Me encanta pasearme por los mercados de Navidad y disfrutar del ambiente, aunque no compre nada. La idea es la misma aquí y allí, pero pequeños detalles cambian; entre ellos el olor.
El mercado de Navidad de Madrid huele a castañas, pero también a musgo, a abeto y a serrín. Los mercados españoles huelen a belén, a plantas y a invierno, al plástico de los puestos de bromas y, a menudo, al cuero de los puestos de artesanía.
Los mercados de Francia, sin embargo, huelen sobre todo a comida. El mercado de Aviñón huele a vino caliente, a fiambre y a lavanda (bueno, de hecho todo huele a lavanda en Provenza). El mercado de Montpellier huele también a vino caliente, pero se acompaña del olor a canela y, aunque parezca una tipicada, a crepes. Los mercados del norte huelen además a tartiflette, un plato estupendo para calentarse en invierno a base de patatas, queso y bacon en cantidades industriales.
¡Como me gusta el olor a Navidad!