Alice Socorro Peña Maldonado.
“Acaso soy libre, si mi hermano se encuentra todavía encadenado a la pobreza (Barbara Ward) El pasado mes de agosto la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, Celac se reunió en Caracas para “continuar trabajando en la elaboración de la Agenda Estratégica de Coordinación Regional en materia social de la CELAC” y entre unos de los acuerdos es “acoger las propuestas para la Implementación del Plan de Acción de Políticas Públicas en materia Social de la CELAC como un aporte importante para alcanzar la inclusión social”. Para ello es necesario definir las políticas sociales en la superación de la pobreza y riqueza extrema que aún persiste en nuestro continente. Y más aún en algunos países se han profundizado debido a los gobiernos que apuestan al modelo neoliberal y su vinculación con los negocios de las trasnacionales con la connivencia de las élites locales. En el comunicado final expresaron su intención de impulsar “un mecanismo de interacción y consulta permanente entre los mecanismos regionales y subregionales de integración de América Latina y El Caribe y los organismos vinculados al Plan de Acción Social de la CELAC para la consolidación del Proyecto de Agenda Estratégica de Coordinación Regional que será presentada en la Reunión de Ministros del Área Social, a celebrarse en noviembre de 2014 en Venezuela. ¿Desde qué lugar de enunciación debemos ubicarnos? Para hablar de inclusión y exclusión, riqueza y pobreza extrema, desarrollo y subdesarrollo, abundancia y precariedad debemos suponer que esta va a estar influenciada por el lugar de enunciación de los sujetos sociopolíticos que lo expresan. Con sus valores y actitudes pero también con sus saberes y prácticas socio-culturales. Escuchar hablar de la pobreza desde los ricos o escuchar hablar de la riqueza desde los pobres resulta un discurso que se pronuncia desde sus autonomías, unas hegemónicas y otras contrahegemónicas. Y escuchar una solo una parte del relato deja de tener sentido pleno. Sin embargo, no es lo mismo la postura del victimario como el de la víctima. En términos cuantitativos, la primera lo representa una élite y la segunda millones de personas. En términos cualitativos, la élite impone una forma de ver el mundo y de actuar sobre él, en cambio, las multitudes asumen directrices y modelos como recetas que legitima el sistema establecido por las minorías. Lo que no considera es que tarde o temprano este sistema de hacer las cosas implosiona para ambos y se genera una parálisis del mismo pues el mundo de expectativas de las élites llegan a tocar el techo (límites para sus excesos y pretensiones de ganancia) o a los pueblos a pisar fondo (límites para sus carencias e ingreso al estado miserable). Ahora bien, si ambos son importantes para deconstruir su discurso y comprenderlo en toda su subjetividad, existen otros implicados que no están en esos extremos y lo constituye los sujetos sociopolíticos que no les interesa para nada ingresar a formar parte de las estadísticas de la pobreza, pero que muchos de ellos sueñan en entrar en la espiral de la riqueza. Son aquellos que no sólo tienen conocimiento de causa y consecuencia del poder de la riqueza sino que manejan el conocimiento y la tecnología establecida por el dominante para mantenerse permanentemente en la supremacía del control hegemónico (hoy los grandes emporios y trasnacionales) y que los hace cada vez más ricos. Suele llamarse, clase media pero no me gusta hacer uso de ese término dado los significados y significantes que ha venido alcanzando en los últimas décadas bajo los gobiernos neoliberales, donde han perdido su propia esencia y sustancia. Se ha convertido en serviles de los propósitos de las élites económicas nacionales e internacionales. Este sujeto sociopolítico (que posee conocimiento y maneja tecnología) tiene escasa conciencia del otro que está en condiciones adversas al “progreso”, mira al pobre con distancia o lo evita mirar pues se constituye en lo opuesto que desea y en la medida comparativa de reconocer su propia superación. No obstante, lo que produce en bienes y servicios es para estos en su rol de consumidores. Es decir, vive a costa de las necesidades de las mayorías, haciéndolos mas sumisas al inocularle los intereses del rico y las expectativas y temores de su propia existencia, arrebatándoles al final la propia energía de trabajo. Lo que lo hace victimario pero que lo convierte en víctima del propietario cuando atiende sus órdenes para satisfacer sus intereses de “elite”. Por eso la “clase media” es la más desclasada por esta situación. No es mediadora de las partes antagónicas, pudiéndolo hacer si tuviera la suficiente sensibilidad, solidaridad y sentido frente al bien común. Pero esto último ocupa poca importancia, además su dedicación para hacer crecer la riqueza y ganancia excesiva y de modo fraudulento a las élites se lo impiden. Es el más estresado y angustiado para mantener su status de vida que lo convierte en presa fácil de cinismo e indolencia frente a los pobres. Pero no todos actúan así, hay otros que poseen el conocimiento del sistema establecido y hacen uso de la tecnología para obtener trabajo, pero si asumen la realidad de otros semejantes que no corrieron con la misma suerte (pues el sistema es para los más aptos, los demás pasan a los corredores o eslabones perdidos de la historia) pero tienen conciencia amorosa y compasiva y actúan conforme principios, valores y criterios de humanidad, verdad y justicia. Se mueven en la esperanza de un mundo mejor con la conciencia crítica y acción política para subvertir el orden de las cosas establecidas. Pero no siempre lo alcanza pues los cambios y transformaciones que anhela es el resultado de procesos humanizadores de largo alcance y pertinencia social, donde lo macro y micro son espacios naturales para establecer un nuevo orden, donde si antes todos eran parte del problema, ahora todos son parte de la solución. ¿A quién le conviene la pobreza? Dinero y poder son invenciones de la desconfianza (Hermann Hesse) Conforme a una encuesta de opinión (vía internet) donde participaron personas de varios países latinoamericanos sobre el tema de la pobreza resultó una tendencia mayoritaria al indicar al Estado como el gran culpable de la pobreza y miseria de muchos mientras las élites económicas permanecen ocultas e invisibles en sus señalamientos. La homogeneización de la respuesta en contra de las instituciones estadales y mucho mas de los gobiernos permite reconocer un grave problema de reconocimiento de actores potenciales, lo que imposibilita el compromiso de todos los sujetos involucrados en la solución. No podemos olvidar la dialéctica y antagonismo que existe entre el sistema político y económico como ámbitos emblemáticos de la vida social. Anular uno y desconocerlo de su tarea para bien o para mal es caer en la conciencia ingenua que aún persiste en la mente de nuestros habitantes, que aunque tienen ciudadanía no tienen la conciencia que esta exige. En la política y en la economía, así como en los ciudadanos persiste grandes contradicciones que hace real y evidente el estado de las cosas por lo que el resultado es que no pueden ser mejores ni peores sino son el producto del grado de conciencia o inconsciencia de los sujetos ya sean individuos e instituciones. Si es verdad que la política tiene su responsabilidad en cuanto existen sujetos claves: los ciudadanos, las instituciones y los gobernantes, también los que ostentan el poder económico, los trabajadores y los propios consumidores y usuarios de productos y servicios tienen responsabilidad en la conformación de la vida sociopolítica, económica y cultural de un país, de una nación y de un territorio dado. Ahora no se trata de precisar culpabilidades desde la dualidad del juego del huevo y la gallina para saber quién es primero. Se trata de asumir las totalidades y en las que coexisten como mínimo tres sujetos: Pueblo (que es ciudadano y a su vez consumidor); Estado, Gobierno, Políticas Públicas, instituciones y líderes políticos (que aún teniendo ese rol dado por las mayorías, son antes ciudadanos y consumidores) y las organizaciones privadas con capital y tecnología que asumen el sistema ideológico capitalista pero que ofertan bienes y servicios bajo la regulación estadal (que lo conforman ciudadanos y consumidores). Estos tres componentes aunque autónomos son interdependientes requieren de quienes buscan definir las políticas sociales en la superación de la pobreza, un encuentro para un acuerdo sensato, sostenible y sustentable en el tiempo y espacio, pues de lo contrario, resultaría una contradicción histórica y un discurso panfletario mas a la que nos han acostumbrado desde el discurso político de derechas y de izquierdas frente a las realidades económicas que subyacen en la problemática de la pobreza. Por la importancia que tiene observar las miradas y escuchar las voces de nuestros pueblos, presento una síntesis de los encuestados (alrededor de 800), quienes opinaron sobre este asunto y las posibles acciones de los responsables en la resolución de este problema. Para ello los ordene desde las categorías del poder constituyente (pueblo como un integrado con derechos y deberes como ciudadano y consumidor y el ser político gobernante) y el poder constituido (Gobierno y acción gubernamental y políticas de Estado). Las percepciones del Poder Constituyente como pueblo receptor- No hay conciencia ni voluntad política para reconocer su aporte en subvertir la pobreza. Se lo asigna a los políticos y gobiernos. No asume a los empresarios como responsables. Y algunas veces lo asume la pobreza como un problema individual, que tanto los políticos y los empresarios no tiene nada que ver.
- Poca preparación y compromiso social para enfrentar la pobreza desde las comunidades y espacios vitales. No tiene conciencia ciudadana del impacto y alcance de su ser como consumidor de bienes y servicios.
- Bajas exigencias a los mandatarios ante el incumplimiento de las promesas electorales.
- Unos aboga por la igualdad y la justicia y otros penalizan la pobreza y culpabiliza a aquellos que esperan subsidios y bonos.
- Poca conciencia de su ejercicio como ciudadano y como clase media empobrecida.
- No asume su papel como poder constituyente y constructor del poder constituido para que los gobiernos hagan gobierno para el pueblo y en especial los más desfavorecidos.
- Siendo elector de sus gobernantes y sus propuestas de gobierno no vincula la pobreza y la mala gestión con los negocios de quienes ostentan el poder político al afianzar los intereses de clases dominantes en perjuicio de las necesidades de toda la población sobre todo de los más débiles. Tan solo le importa los intereses de la clase a la que cree pertenecer.
- Esperanza en el discurso electoral. No asume contraloría a la acción política y económica luego de establecer a sus líderes en el poder.
- No se observa la voluntad política ni conciencia de su deber con responsabilidad social especialmente a los más afectados por la pobreza.
- No dan cuenta en sus programas de gobierno sobre el problema de la pobreza o se quedan en buenas intenciones y se olvidan.
- Necesidad de electores y votantes para llegar al poder pero ya alcanzado esto se dedican a intereses de grupos.
- Finge representar un pueblo. Aburguesamiento en el poder.
- Las promesas electorales no se cumplen sino las convenidas con grupos económicos
- Buscan alianzas y socios para ganar y se compromete con beneficios y privilegios.
- Ausencia de voluntad política para resolver los problemas de pobreza y si compromiso con los aliados y socios económicos que financiaron las elecciones.
- En lugar de gobernar desgobiernan: corrupción y robo al erario público. Hacen contraer deudas al Estado para ser pagados por todos.
- No hay lucha frontal contra el enriquecimiento de unos pocos, al contrario, funcionan las alianzas y clientelismo político.
- Complicidad entre los partidos y elites económicas. Favorecen el negocio de los ricos o les da sin escrúpulos las concesiones.
- Prevalece los intereses de las élites económica o las mismas élites llegan al poder auspiciada por los ciudadanos.
- Estafadores de la voluntad de un pueblo que creyó en ellos. Sobre todo de los más pobres, a los cuales las promesas fueron dirigidas.
- Hacen recortes en materia social y favorecen a los empresarios.
- Ineptitud en la productividad del país. Alianzas favorables a todos
- Los gobernantes son aliados para resolver los problemas individuales y no los sociales.
- Falta de voluntad política en el cambio estructural y coyuntural de la pobreza y no se observa programas y planes sociales para lograr condiciones de igualdad y de oportunidades para todos en materia de alimentación y nutrición, educación, trabajo y producción del sector público y privado.
- No se hace una distribución de la riqueza a partir de los ingresos y ganancias. Ni leyes que regulen la riqueza. Y la inversión de la misma en producción, en trabajo y creación de mercados para productos y servicios a todos.
- La educación debe ser orientada por el Estado en función del bien de todos y no para crear diferencias económicas y sociales. Empatía, solidaridad, responsabilidad social.
- Se debe educar al ciudadano sin distinción sobre valores identitarios y sentido de pertenencia en defensa de los recursos para todos.
- Necesidad de información censal y manejo de índices de pobreza con todas sus variantes y dimensiones. No vale información de tono generalizado, en la que no permite focalizar y resolver problemas específicos.
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