Ahí va Daughn Gibson, el ex-camionero y ex-aficionado a la música punk. Digo “ahí va”, aunque lo cierto es que no sé muy bien a dónde, porque si en 2012 le veíamos abandonar la carretera para convertirse en cantante de country fantasmal, a la altura de su tercera referencia discográfica no queda ni rastro de camiones, ni de punk, y de country, lo justito… Fantasmas sí que hay unos cuantos, invocados por el mismo Gibson cuando explica que el disco ha sido compuesto bajo la influencia de Raymond Carver, Tim Burton y John Waters: puro american gothic.
Con este último disco del americano me pasa algo parecido a lo que me sucede con el despistadísimo último largo de Bed Nights: mucha ambición, pero a la hora de la verdad es como si no no pasara nada especialmente memorable hasta la mitad del álbum. El batiburrillo de americana, pop, electrónica ambiental y pose crooner podría llegar a funcionar si además hubiera buenas canciones, pero después de darle unas cuantas oportunidades (opiniones de bastante fundamento me invitaban a pensar que aún me faltaban algunas escuchas para descubrir los detalles que convierten a “Carnation” en un buen disco) siempre termino en aquel conocido dicho de que “quien mucho abarca…”
Adiós por tanto a las coordenadas (más naturales, yo creo que mejores) a las que Gibson nos tenía acostumbrados, aunque el de Pennsylvania aún sigue teniendo a su favor una hermosa voz de barítono que en poco tiene que envidiar a la de Matt Berninger (creo que en el campeonato de voces profundas sólo les supera Daniel Knox). En algunos temas (“I Let Him Deal“) suena engolada a lo Bowie, en otras canciones podría evocar a un Neil Hannon sintético, y en otras muchas ocasiones a quien remite directamente es a Black. La lástima, como digo, es que no tenga un “Wonderful Life” o un “Everything’s Coming Up Roses” con las que podemos recordarle más allá de las anécdotas del camión y las sempiternas camisas de leñador. Ni siquiera “Shatter You Through“, una de las pistas más celebradas por la crítica, consigue sacudirse de encima la sombra de descarte de Twin Shadow…
Una excepción a todo lo anterior, una bonita canción que, para ser sincero, acumula un buen montón de escuchas en mi reproductor de mp3: el country comatoso de “A Rope Ain’t Enough” deslumbra con su evocación de un mundo oscuro y corrompido en el que los detalles puntuales de steel guitar y -sobre todo- el eco lejano de unos sintetizadores fantasmales reviven presencias atemorizantes que creíamos ahogadas para siempre en el fondo del pantano. A David Lynch podría gustarle. En cambio, a Scott Walker -tan aficionado últimamente a acomodar su vozarrón en los lugares más incómodos- le decepcionaría seguramente esta versión domesticada y menos rugosa de Gibson. A ver qué os parece a vosotros.
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