Quiero poder entender bien a Luis de Guindos cuando manda a la prensa a tomar por culo y, por extensión, a todos los que quedamos en el lado de las preguntas sin respuesta. Porque, aunque pueda no estar del todo de acuerdo con que a este neoliberal de la privatización le haya dado, en un momento puntual, por ponerse a gestionar áreas tan privadas como la anterior (en el texto, pero posterior en todos los demás ámbitos), no puedo evitar pensar que ha resultado ser un ejemplo impagable. Puede hacerse una lectura más simplona del expreso pensamiento del que fuera un hombre Lehman Brothers (de los Brothers de toda la vida), y pensar que ésta, más que materia de privatización o desprivatización, sea sólo una cuestión de mera falta de paciencia. Sin embargo, yo no valoraré si el hecho de que se le pregunte a un ministro por el precio de la gasolina es motivo suficiente para perder los papeles y no volver a encontrarlos en días, como tampoco le diré al señor De Guindos lo que se pierde cuando se es el "basurilla" que paga esa gasolina que ya nunca sabremos si subirá. No lo haré puesto que, como digo, vengo a apoyarle la iniciativa.
Lo que trato de hacer en realidad es analizar la cuestión desde una posición más elevada porque me cuesta creer, inspirada por la profundidad de sus palabras, que no haya una intención más allá de la que cualquiera de nosotros pondría en mandarlos a tomar por culo a todos ellos, por ejemplo, que con el hecho mondo y lirondo de perderlos de vista nos daríamos por satisfechos. Estoy plenamente convencida de que el hombre que supo ver, después de poco más de un año ocupando el Ministerio de Economía, que España era un país con unas desigualdades salariales tremendas, un país en el que los altos cargos cobran tanto o más que sus equivalentes alemanes mientras que el salario mínimo pinta tan negro como el africano, un país en el que las grandes economías trepan hacia arriba en el mapa a costa de que otros muchos queden a merced de la ley de la gravedad que tira para abajo que escarba; ese hombre, el señor De Guindos, digo, no nos puede estar mandando a tomar por culo sin más. Tiene que haber un propósito más elevado que se nos escapa.
Pensándolo un momento, me da a mí en el sexto sentido que esta respuesta tiene que estar relacionada de alguna manera con el objetivo que perseguía cuando, siendo director de la filial del banco de inversión estadounidense en España, la mandó también a tomar por culo. Sé que ambas formas de administrar están interconectadas, pero ¿cómo? Y sé que mandar a tomar por culo a los españoles no es ofender a España porque, de otro modo, la Ley de Seguridad Ciudadana hubiera echado sus garras sobre nuestro ministro de Economía sin tiempo de réplica. Luego supongo, por suponer algo, que lo que el señor De Guindos nos quería transmitir de alguna manera es que la unión hace la fuerza, aunque, en casos como el suyo, a veces, nos parezca que sólo hace el ridículo.
En cualquier caso, viniendo del economista que rescató a los pensionistas de sus pensiones, a los ciudadanos de sus excesos, y al país entero del rescate; en boca de un hombre, qué digo, hombre, un Ministro de su talla de pantalón, esa generosidad, ese "tomad y comed", ese "no seré yo el que reviente" tan en la línea de Fernán Gómez, nos abre a los ciudadanos una vía (de expresión, no me malentiendan) que nunca le agradeceremos lo bastante. Por eso, Señor De Guindos, no se quede allí mirando y ¡véngase también a tomar por culo!
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