Esta semana, como sabrán, ha sido la Tomatina. Imposible no enterarse. Hasta el Doodle de Google -el inicio de pantalla del buscador que cambia cada día -estaba dedicado a esta fiesta del tomate. Se emocionó. Lo que no ha conseguido la Fórmula 1 o la America’s Cup lo ha conseguido la fiesta de Buñol. Ponernos en el mapa.
Anecdotarios aparte, este hecho es importantísimo. No en vano Google es uno de los motores de búsqueda más empleados en el mundo y líder en España. Con todo, el gigante anda algo preocupado estos días puesto que Facebook le acaba de desbancar consolidándose como el que más tráfico lleva a la web. Y es para preocuparse.
Google vive de la publicidad. En esencia, Google es un gran soporte para insertarla, si le apuran. Por ello ofrece todos esos servicios que damos por hecho y que usamos con fruición: correo electrónico, google books, scholar, maps, street view, blogger, YouTube, etc. Podemos emplear todo eso a cambio de nuestra alma -pero eso es otra columna-. Por eso desde hace tiempo ha lanzado una campaña de marketing directo enviando cartas, ¡cartas de papel! con cupones descuento, para que las pymes continúen invirtiendo.
Pero volviendo a la Tomatina, el gigante tecnológico había enviado un coche con un equipo de grabación, con cámaras -el mismo que emplea para hacer los mapas tan precisos con fotos reales de Google View- para retransmitir este fiesta mundialmente conocida. Tan conocida, que recientemente se tuvo que poner precio a la entrada para mantener controlado el aforo y, de paso, la seguridad.
Y ¿qué hicimos nosotros? Retratarnos como lo que somos: una panda de cafres por civilizar armados con vegetales que destrozaron a tomatazo limpio las cámaras del buscador de buscadores. Ante los ojos atónitos del mundo.