Hoy, un relato para sobrellevar el gélido ambiente que tenemos!
Jim pensaba sobre qué hacer con su vida. Le asustaba enormemente pensar en no poder expresar sus sentimientos ni ser capaz de hacer a nadie partícipe de sus deseos. No quería vivir. Sólo llevaba 72 horas siendo tetrapléjico y el espejo del techo de aquel hospital ya se había convertido en una odiosa prisión.
Escuchaba atentamente las conversaciones entre los médicos y su esposa Jude. No había posibilidad de reparar los daños. El accidente le había destrozado la columna y no volvería a saber lo que era mover un músculo. Tendría que conformarse con mover los ojos.
Su reflejo inerte en la cama y parte de la habitación a ambos lados de ella eran sus únicas vistas. No había tardado en darse cuenta del infierno en vida que le esperaba. Nadie podría oirle nunca y Jude jamás consentiría que le desconectaran.
Lo peor eran las noches. Pasaba gran parte del dia dormitando por lo que le costaba mucho conciliar el sueño. El reloj desgranaba minutos que parecían horas. Su reflejo a oscuras resultaba aterrador, solo parcialmente iluminado por un titubeante tubo de neón. Las sombras lo ocupaban casi todo.
No estaba seguro de qué noche fue (todas le parecían iguales) cuando le parecío observar algo extraño, un ligero movimiento, muy tenue. Una sombra se alargaba por debajo de la cama. Parpadeó unos segundos y volvió a mirar ese odioso espejo que ahora parecía normal. Fijó su vista en la hora reflejada, las 3:33 de la madrugada. Le quedaba una larga noche por delante.
Los dias pasaron lentos mientras todo el mundo comenzaba a olvidarse de él, las visitas amainaron y Jude permanecía allí más horas que el propio personal del hospital. Sólo lo dejaba en paz por las noches. Se marchaba a su casa para poder descansar un poco, las butacas eran increiblemente incómodas y necesitaba reponer fuerzas para seguir soportando aquella situación. Jim quería hablar con ella, decirle que la quería, que le dejaran marchar, que había algo bajo su cama que cada noche se asomaba un poco más, que había reconocido una garra de uñas afiladas seguida de un brazo sanguinolento que se acercaba un poco más a él noche tras noche, pero nunca llegaba a cogerle. Una tortura que comenzaba a las 3:33 y terminaba cada vez un poquito más tarde…
Fue unos pocos días después cuando un doctor entró en su habitación y se dirigió a Jude en tono grave :
-Señora Davis.
-Doctor Burns, ¿qué ocurre?
-Solo quería informarle que Tim, el chico al que…ya sabe…atropelló su marido, no ha podido resistir más. Sé que ha estado muy en contacto con su familia y he pensado que quizás debería informarla por si quiere darles el pésame, en fin, espero que no le haya molestado mi interrupción.
-Eh..no, no, que va. Muchas gracias por avisarme doctor. Prefiero saberlo, por lo menos podré intentar disculparme una vez más…
-De nada, que tenga un buen dia señora Davis…
-Jude le lanzó una mirada que no acertó a interpretar. La pena y la culpa se entremezclaban. Le dijo que no bebiera más, pero no la escuchó. Ahora estaba pagando el precio postrado allí y lo que era peor, ella también pagaba por algo que no había hecho. Salió de la habitación con los ojos rojizos, supongo que no quería que la viera llorar. Jim se sumió en sus pensamientos mientras se quedaba dormido...
Despertó sobresaltado. La oscuridad lo envolvía todo. Las rojizas 3:33no dejaban lugar a la duda. No se había despertado sólo. No podía sentir nada, pero el reflejo no mentía, aquella cosa comenzaba por fin a asomarse por debajo de las sabanas...primero el brazo que ya conocía de tantas y tantas noches observándo. Luego surgío, lentamente, aquel rostro calcinado, aquella mejilla carcomida que dejaba entrever parte de una mandíbula dibujando una estremecedora sonrisa artificial. Le miraba ladeando la cabeza, escrutandolo, con las cuencas de los ojos calcinadas mientras trepaba por el lateral de la cama hasta situar su rostro a escasos milímetros de Jim. Ambos se miraron largamente, en silencio. Aquel amasijo negruzco que antes fue un cuerpo comenzo a sisear despacio, como si disfrutara alargando lo que tenía que decir; -sabessss quien ssssssoy, verdad?.- Jim lo sabía, de hecho casi agradecia que por fin hubiese muerto. Ahora Tim tendría su venganza y él saldría de esa prisión en forma de cuerpo.
Mientras pensaba aquello, Tim-cenizas cambió su sonrisa por un gesto de sorpresa, como si pudiera escuchar sus pensamientos y comenzó a mover su dedo índice a derecha e izquierda. - No, no, noooooo......susurro...no he venido a por tí.- le dijo al tiempo que su gozo alcanzó el climax - he venido a traerte un regalooooooo.....- y señalo el techo con su mirada al tiempo que sonreía hasta donde su pútrido dibujo de lo que fue una boca le dejaba.
Jim miró al techo. No vomitó. No podía. Lloró, era lo único que podía hacer voluntariamente. - pero juntaros, por favorrrrrrr.....sonreid!.- Tim ladeo la cabeza de Jim para que pudiera mirar cara a cara a la cabeza decapitada de Jude...
Hasta la próxima!