Revista Cultura y Ocio

A vueltas con la improvisación en el jazz II (Jorge Cabadas)

Por Terrakeo @zonadejazz

JeanDebuffet
Jean Debuffet. “Gran Jazz Band” . 1944.

Siempre recordaré con placer un curso de armonía funcional al que
asistí y en el que el ponente, un prestigioso pianista norteamericano,
nada más entrar en el aula el primer día nos enseñó una partitura tipo
real book y dijo: “el tema que vamos a tocar es este pero lo que quiero
que toquéis es esto …”
. ¡Y le dio la vuelta al papel mostrándonos la
parte en blanco! .

Con el transcurso de aquellas jornadas comprendí/comprendimos
que lo que pretendía comunicarnos era que el jazz, en realidad, no son los
temas que nosotros conocemos como jazz sino la impronta, el sello que
cada artista/instrumentista pone en ellos. La cantidad de personalidad que
uno es capaz de volcar en la música de manera espontánea.



El jazz, un asunto personal.

El jazz es lo que cada uno entiende por jazz.

Esta premisa, de la que soy humilde creador y devoto seguidor,
implica no pocas cosas.

Además de otras que trataremos, reivindica el carácter folclórico e
individualista del jazz en contraposición a las “maneras” del clásico
europeo. Nos es fácil imaginar a alguien interpretando un pasaje de dicho
repertorio pero es mucho más difícil imaginarle reinterpretándolo, no porque
no pueda hacerse sino porque no es lo habitual.

En el jazz la reinterpretación es norma. Los instrumentistas deciden
de qué manera van a abordar y desarrollar un tema. Una formación de jazz
tocando durante una semana en un club puede presentar una misma pieza
de siete maneras diferentes y nadie se rasgará las vestiduras, más bien al
contrario.

En lo relacionado con el folclore, y el jazz lo es en su esencia, las
formas y maneras no tienen por qué ser ortodoxas o escolásticas.
Con esto no quiero reivindicar el disparate sino conservar, en la
medida de lo posible, el carácter popular consustancial al jazz. Por más
que algunos se empeñen en olvidarlo cubriéndolo con un barniz que, en
muchos casos, lo tapa de manera irreconocible.

El jazz es un estilo que se basa en la improvisación y no me refiero
únicamente a los solos melódicos; por ello hemos de vigilar un correcto
desarrollo del universo interior ya que esto permitirá acceder a los
parámetros que la guían e, igualmente, facilitará el progreso de la
personalidad musical en la inmediatez, algo esencial para una conversación
musical fluida.

La improvisación es la visión única y original que los músicos
participantes en una sesión/session tienen de un momento musical dado.


RomareBearden_InESharp1981
Romare Bearden . “In E Sharp” . 1981.

La improvisación va primero.

Creo que todos estaremos de acuerdo en que lo importante es un
adecuado aprendizaje instrumental y teórico.

Pero lo que considero esencial es que simultáneamente se dé un
tratamiento óptimo de lo improvisado para no caer en los viejos
paradigmas: ya haremos solos cuando toques un poco mejor; cuando estés
más formado improvisaremos…

No, LA IMPROVISACIÓN VA PRIMERO.

O, por lo menos, se emprenderá con todo lo demás.

El trabajo con un alumno casi siempre se inicia con los esquemas ya
conocidos: posición corporal y ergonomía, rutina instrumental (ejercicios
mecánicos, digitaciones) quizás simultaneado, o no, con solfeo y lenguaje
musical, rudimentos armónicos (construcción de acordes, escalas), etc. Es
decir, un estudio metódico, sistemático y ordenado del instrumento y la
formación teórica.

Pues bien, cuando esto se aplica a la enseñanza del jazz, debe de
estar enfocado, desde el comienzo, al descubrimiento de cuáles son los
mecanismos que se han de mover para que lo improvisado funcione y a
tomar conciencia de las capacidades al respecto.

No me refiero a que sin saber lo elemental hay que hacer solos, no…

No pretendo empezar la casa por la ventana. Se trata de que el alumno
tenga conciencia de que todo lo que va a trabajar no es rígido sino flexible
y maleable y que servirá para ser adaptado a las necesidades y
circunstancias del momento musical porque esa es la clave de lo jazzístico:
la inmediatez que permite la conversación musical.

Todo se pondrá, lo antes posible, al servicio de la creación
espontánea.

El estudio de la improvisación, se llegue a ser o no un solista de
talento, aporta tanto a nuestro mundo interior que debería ser obligatorio
desde un primer momento. Y no hablo solo de música.

Se trata de que el alumno tome contacto con ese universo inmaterial
interior, el suyo, y exterior, el de los demás, en el que obligatoriamente va
a tener que desenvolverse a lo largo de toda su “vida jazzística”. Un
universo que puede resultar accesible, poco accesible o nada accesible.

Aun cuando, con mucha suerte, nos sea fácil acceder a él nos
daremos cuenta inmediatamente de lo complejo que es moverse dentro:
son las “piedras en el camino” a las que alude un excelente pedagogo en
su libro de guitarra.

Es por ello que hay que intentar acercarse cuanto antes.


JacksonPollockNightSounds_1944
Jackson Pollock . “Night Sounds”. 1944 .

Asumir responsabilidades.

Aprendemos las cosas para servirnos de ellas, no para ser sus
esclavos.

Cada alumno tiene su propia dinámica, sus talentos y sus carencias
pero hay que instalar en su cerebro la necesidad de que todo lo aprendido
ha de ser elástico y manipulable ya que, más pronto que tarde, se
enfrentará/confrontará con lo aprendido por otros para crear algo con un
sentido nuevo, único y diferente. Solo eso permitirá una conversación
fluida.

En este proceso de conversar con los demás conseguirá entender que
lo que para uno es un error puede ser un acierto para los otros y viceversa.

El contraste de perspectivas, el intercambio de ideas, el diálogo.
Aun estando en esa fase en la que el alumno sigue de la mano del
maestro, hay que insistir en que piense por sí mismo y tome decisiones
sobre qué o cómo tocar, empujarle a que se responsabilice del camino que
está recorriendo aunque se encuentre asistido y vigilado.

Educarle en la obligación de adoptar un criterio, asumir riesgos,
tantear la libertad.

Por todo ello, es necesario que se le permita una cierta capacidad de
maniobra.

Hemos de tener claro que no podemos dirigirnos al alumno con
“verdades absolutas”: esto se toca así, esta es la escala correcta para este
acorde, no toques eso porque suena mal, esto no se hace, etc
.

Será imprescindible argumentar porque todo puede hacerse de muy
diferentes maneras en función de muy diversos factores: el nivel de los
participantes, el número de ejecutantes, el tiempo de preparación y
ensayo, la dificultad del repertorio, etc.

Lo que estoy comentando es el germen de lo que denomino el
principio de autoridad del improvisador
.


FrancisPicabia
Francis Picabia. “Chanson Nègre I” . 1914.

El principio de autoridad del improvisador.

Una vez aprendido el manejo del instrumento –y no hablo de
virtuosismo–, conocidos los acordes y sus escalas, digitaciones, arpegios,
solos transcritos de grandes maestros, adquirida una sensación sólida del
tempo, una claridad en la escucha de lo que suena –y de los que suenan–,
una comprensión de lo que se está ejecutando, etc. Una vez llegados a este
punto del proceso, por el que hemos pasado todos los estudiantes del
jazz, recordemos que el jazz es lo que cada uno entiende por jazz.

Hecho todo lo antes mencionado: ¡HAY QUE DESAPRENDER!

Desaprender supone imbuirse del principio de autoridad, tomar las
riendas y tocar aquello que consideramos que se debe de tocar. No lo que
es correcto, ortodoxo o lingüístico. No la escala o el acorde que dice el
libro, o el maestro, no. ¡Tocamos lo que nosotros consideramos que se
debe de tocar!

Esa autoridad es el convencimiento íntimo de que las cosas han de
hacerse de una forma concreta y no como las hace este o el otro (póngase
aquí el nombre de cualquier gran improvisador) o como se dice en este o
aquel libro.

Es el paso a la madurez.

No existe la escala o el acorde correcto. Existen acordes o escalas
teóricamente correctos, pero esto solo sirve para la teoría. La práctica la
dicta el improvisador con su principio de autoridad y en consonancia con
los otros intérpretes con los que articula en cada oportunidad que se dé
para tocar con los demás.

Este concepto de la autoridad del improvisador se pone en marcha, y
empieza a crecer, desde que el maestro plantea al alumno que llegará un
momento en el que tendrá que tomar decisiones al respecto de qué o cómo
tocar las cosas.

Obviamente, es necesario un seguimiento por parte del maestro para
evitar que se confundan los términos de esta libertad recién otorgada.

Un estudiante bien instruido intuye en qué momento debe renunciar
a sus maestros y ser él mismo; cuándo empezar a ejercer su propio
principio de autoridad.

Es cierto que todos los alumnos no estarán preparados para ejercer
el principio de autoridad, pero no deberían dejar de intentarlo. Y mucho
menos porque tal o cual artista, por más que guste, toque así o asá o
porque en este u otro libro se diga que las cosas han de ser de tal o cual
manera.

¡NO SEAMOS IMITADORES NI FOTOCOPIAS!. ¡LA MEJOR MANERA DE
RESPETAR A LOS GRANDES ES SER UNO MISMO!.


ManRay_Jazz_1919
Man Ray. “Jazz” . 1919 .

Dos conclusiones.

Sobre el binomio maestro–alumno …

El maestro, aun guiando al alumno y obligándole a que haga las
cosas de la mejor manera posible: fidelidad en la lectura de las partituras y
las transcripciones, precisión y finura técnica, análisis armónico riguroso,
trabajo metronómico continuado, educación interválica y auditiva,
construcción armónica y melódica… Aun así, con su experiencia y
dedicación, habrá de proveerle de aquellas otras herramientas y
argumentos que le permitan imaginar y diseñar su propio, único e
inimitable universo musical y sonoro.

Esa, y solo esa, es nuestra auténtica labor como pedagogos del jazz.
Sobre las escuelas que enseñan el jazz …

Tras sesenta años de la creación de la primera escuela que empezó a
enseñar el lenguaje del jazz, quizás sea buen momento para reflexionar
sobre algunas de ellas en relación a lo comentado en este artículo.

Hay todo tipo de escuelas pero, desgraciadamente, las hay que
insisten en enseñar el jazz estando más preocupadas por vender
matrículas y publicitar grupos con ratios infladas para incrementar el
negocio; entreteniendo a los alumnos, durante años, con programas
supuestamente pedagógicos que, a la postre, no conducen a un
conocimiento y desarrollo del lenguaje jazzístico. Todo lo más aportan una
cierta pericia técnica, el conocimiento de unas cuantas canciones y poco
más.

Creo que ya es hora de abandonar esa enseñanza torpe, genérica y
seudoclásica que, en los mejores casos, produce músicos versados
instrumentalmente pero con un universo musical pobre y alejado de las
pautas populares del jazz.

Todos los alumnos no tienen una personalidad apta para asumir
aquello de: hay que saberse todas las escalas y todos los arpegios en todas
las digitaciones y en todas las tonalidades …
Y otras lindezas similares.

Esta visión, mal copiada de los esquemas de aprendizaje clásico–
europeos, es quizás fruto de un complejo de inferioridad que algunos
jazzistas, y pedagogos del jazz, todavía mantienen.

Se puede ser ambas cosas pero un músico de jazz no tiene por qué
ser un músico clásico europeo. Ni tan siquiera intentarlo: son dos
universos diferentes.

Desde aquí reivindico una enseñanza individualizada para cada uno
de los alumnos, aun estando en grupos. Sé que no es fácil pero ese es el
trabajo pedagógico que debería emprender una auténtica escuela de jazz
desprovista de prejuicios, que también las hay y no son pocas.

El resto son pamplinas y ganas de lucrarse con la ilusión del prójimo.


NoelRockmore
Noel Rockmore. “Memory of Punch Miller”. 1963.

Post scriptum.

Una vez más insisto en que no hablo ex cátedra, solo es una opinión
humilde pero franca. Lo que pienso ahora.

Reivindico mi derecho a equivocarme, contradecirme y desdecirme.

Pretendo compartir aspectos de lo que día a día, a lo largo de
muchos años, he vivido en mi experiencia pedagógica.

Por si a alguien le puede servir de ayuda.

A vueltas con la improvisación en el jazz… Una visión pedagógica.
Madrid, otoño de 2013.


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Jorge Cabadas para ZDJ , 2013.


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