Para esta entrega semanal voy a retomar un asunto del que ya vomité unas líneas tiempo atrás: las Banderitas.
En todas las guerras habidas y por haber, las filas vencedoras "plantaban" su banderita en el territorio conquistado... Lo mismo ocurre en las relaciones humanas, aunque con ciertos matices. Si hablamos de la vida en pareja, se suelen "colocar" banderitas al inicio de la relación, cuando se están asentando las bases de la convivencia. Vamos con algún ejemplo... - Os vais a vivir juntos y el amor lo puede todo. Las noches, desde hace muchísimos años, han sido territorio de Jose Ramón de la Morena y su programa "El Larguero". Durante las primeras noches tu chica aguanta estoicamente los primeros debates entre Camacho y Clemente hasta que un fatídico día te suelta: cielo, ¿te importa apagar la radio? es que soy incapaz de coger el sueño con la radio puesta. Apagas la radio porque sí, por amor, porque eres un tío moderno, del siglo XXI y defensor de la igualdad de género. Pero pasan los años y José Ramón de la Morena se ha podido jubilar y tu no haberte dado ni cuenta... y es que tienes una banderita ondeando orgullosa encima de tu cabeza, de la que no podrás desembarazarte por los restos.Pues bien, esto mismo se puede aplicar a las relaciones padres-hijos...- Estamos en la Final - Four del Eurobasket, mi Real Madrid, después de años de sequía, va a luchar por levantar el trofeo... sin embargo tu hija tiene otros planes:
Montaje cortesía de Pasándolo Pipa! Gracias jefa!
Papá, ¿pones Bob Esponja?No Ana, estoy viendo el baloncesto. Mañana podrás ver otra vez los dibujos.Papá, ¿pones Bob Esponja?Papá, ¿pones Bob Esponja?Papá, ¿pones Bob Esponja?Durante unos segundos tu alma ha debido irse de paseo y tu cuerpo, amasijo de huesos y carne, se queda apoltronado en el sofá. El dedo índice de tu mano derecha pulsa dos botones en el mando de la tele: el 2 y el 1. Clan. Bob Esponja. Mi alma regresa de beber agua y al introducirse en mi cuerpo caigo en la cuenta de que lo más parecido a Felipe Reyes es el Sr. Cangrejo... ahí está, otra bandera ondea en mi cabeza: mi hija se ha convertido en la dueña del mando a distancia.