Todo aeropuerto es un espectáculo digno de contemplar. Un ¡hola! o un ¡adiós! multiplicado por mil lo convierte en una suerte de cariño a flor de piel que se manifiesta permanentemente. Quien duda de la bondad del ser humano, de su dignidad, del patrimonio cordial que encierra que se bañe en este océano de amor que inunda nuestros aeropuertos. Esas gozosas y a la vez tensas esperas o despedidas. Las sorpresas, las esperanzas, los dolores, los gozos…son expresiones de esa sed de amar y de ser amados que todos llevamos. Seguro que hay poemas, canciones que lo saben reflejar mejor que yo. Anoche volví al aeropuerto y volví a protagonizar esa nueva oportunidad de encontrarme con el amigo que espero y, de paso, compartir las riadas de manifestaciones de felicidad experimentadas por los reencuentros. Y, siempre le pido al buen Dios, amor de los amores, que tienda sus brazos sobre tantos abrazos.
Revista Religión
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