Revista Cultura y Ocio
Una vez más, siempre puntual y fiel a la cita de la nostalgia, llega el 14 de abril. Una vez más, conmemoraciones a diestro y siniestro. Lloremos por lo que pudo haber sido y no fue, aquel régimen que un general golpista nos arrebató, sigamos año a año anclados en la nostalgia, embargados por el dolor que nubla los sentidos y dejemos que la historia siga su curso, que más da. Lo importante es recordar, vivir en el pasado y pensar en lo bonito que era aquello que ya casi nadie conoció y que, en consecuencia y cada vez más, será algo idealizado y de cuyos pecados nadie querrá hablar puesto que de los muertos sólo se habla bien.
Saquemos las banderas a la calle, coloquémonos todos detrás y, en cívica procesión, entonemos la conocida letanía: viva la república, mañana España será republicana. Pase el Día, se olviden los fastos y volvamos a la rutina diaria. El próximo año volverá con otro catorce de abril y volveremos a nuestra fiesta.
Entretanto ¿quien se acuerda de los valores republicanos? el civismo, la libertad, la igualdad, la fraternidad (cristo que bien suenan en francés: Liberté, Egalité, Fraternité), del respeto por la legalidad, el estado de derecho, la separación de poderes y tantas otras zarandajas republicanas pasadas de moda pues son cosas del siglo XVIII y tres siglos son demasiados para una sociedad cada vez más acelerada, y en la que las cosas se hacen viejas cada vez más rápidamente.
Resulta extraño que tanto fervor republicano por las formas no vaya acompañado de un poco, no hace falta demasiado, por el fondo y dejemos de mirarnos el ombligo que el republicanismo no es invento patrio sino foráneo y que en esta España nuestra prendió más por la forma que por el fondo.
Resulta extraño que quienes tan poco hicieron en su momento por aquella república ahora añorada se erijan en paladines de su regreso.
Resulta extraño que entre quienes gritan desaforadamente salud y república (ni saben lo que dicen ni si tan siquiera era algo realmente republicano más allá del eslogan) se encuentren miembros del partido que hoy nos gobierna pero que no acaba de poner algunas cosas en su sitio, la iglesia católica, y todas las demás por ende, donde les toca: en la esfera privada y a todos los efectos; escuela laica y punto; respeto a la dignidad de la persona máxime en los momentos postreros.....
Menos alharaca y más respeto a las minorías, sobre todo a las que escogen una opción sexual diferente; de verdad y no con la boca pequeña, no porque haya que quedar bien o se lleve y no olvidando que aún no hace demasiado tiempo se consideraba esta cuestión como extraña enfermedad merecedora de un buen asilo psiquiátrico.
Más respeto por los derechos humanos incluso de quienes no son como nosotros, emigrantes de aquí al lado o de allende los mares a los que no terminamos de tratar como iguales porque en el fondo no estamos convencidos de que lo sean del todo.
En definitiva menos celebrar el pasado y mirar un poco hacia el futuro. Más educación en los valores republicanos. Hacer ciudadanos y no súbditos aunque quizás esta sea una cuestión que no interese demasiado a unos políticos muy dados al vasallaje y muy poco a conceder sus derechos a la ciudadanía. Que no nos llamen ciudadanos si no son capaces de creer que realmente lo somos y, si de verdad lo creen, que nos dejen ejercer nuestros derechos como tales. No sólo los reyes someten al pueblo a vasallaje, cuando se coarta la libertad y se le ponen trabas a la democracia, a la de verdad y no a la de la formas, se están conculcando los derechos de los ciudadanos.
Es posible que si conseguimos llegar a una sociedad de ciudadanos en la que los valores republicanos, esos que son inherentes al concepto de ciudadanía, estén presentes todos los días del año y en todas las esferas, la república sea algo más que una reivindicación de un día al año como tantas otras cosas que, al día siguiente, se guardan en el cajón esperando la próxima conmemoración.
He dicho