No os decía el otro día que con tanto estrés, parones en el blog y noches en el sofá se me estaba pasando el arroz?? Pues si no os lo dije es precisamente por eso, porque estoy empezando a acusar signos de senilidad pero lo cierto es que me estoy quedando atrás en mi “potimenú” a pasos agigantados.
De hecho, ayer mismo estaba pensando que tenía que haceros una review de dos productos que me estaban encantando cuando, los muy desagradecidos, van y se me acaban. Por esto, en vez de tener su merecida presentación en sociedad van a entrar en la hit list de los terminados directamente, a lo New Kids on The Block (perdón a todas las fans, si es que aún queda alguna).
Esto me apena un poco porque, ciertamente, estos dos productos capilares de The Body Shop podrían llevar aparejada mucha más literatura de la que me suelo permitir en esta sección aunque, qué narices!, hace mucho que no escribo y me estoy reencontrando con el blog así que me enrollaré algo más de la cuenta.
En cualquier caso, si no tenéis interés en leer historias acerca de mi tierna adolescencia (cosa más que comprensible, por otra parte), podéis saltaros, tranquilamente los siguientes párrafos e ir directamente al final de la entrada. Os prometo que nadie enterará y que no me sentiré en absoluto triste porque desdeñéis unas nostálgicas líneas y no me haré un gurruñito en un rincón del cuarto a llorar. :(
Si eso no es chantaje emocional que baje Alanis Morissette y lo vea!
Atribución de la imagen: Fernando Stankuns, vía Flickr
Menciono lo de la vena nostálgica porque el champú de plátano es uno de los primeros productos de TBS que probé, allá por el cretácico inferior, cuando era una adolescente grunje que adoraba a un todavía vivo Kurt Cobain.Por aquella confusa época, como reivindicación de nuestra única y singular personalidad (sí, digo nuestra porque mis amigas y yo resonábamos en la misma frecuencia de personalidad, eso sí, única y singular) el mito al cuerpo y las superficialidades de la estética nos parecían consecuencias de una sociedad decadente, burgués y capitalista.
Por ello, el ritual de cuidar el único atributo del que permitía sentirme orgullosa, mi melena, tenía que hacerse en el más absoluto secreto y bajo el amparo de algún tipo de proclama ecologista, dos conceptos que confluyeron en la primera tienda de The Body Shop que conocí.
Ésta estaba situada en un recóndito centro comercial al que sólo tenían acceso aquellos que tuvieran una madre tan genial como la mía, dispuesta a llevarme todos los viernes a comer una porción de pizza y hacer un poquito de shopping moderado pero de calidad. Así fue como cayeron en mis manos varios de los clásicos de más renombre de la firma, entre los que se contaban el sempiterno White Musk, adorado por toda adolescente de la época, y el champú de plátano.Debido a este arrebato nostálgico, cuando hace unos meses vi en las estanterías de otro TBS un champú de plátano y su correspondiente mellizo, el acondicionador, no pude sino lanzarme a por ellos para rememorar aquellos tiempos de Nirvana y veranos interminables (el que hubiera 2x1 también ayudó, claro).
Así que, estos últimos meses he estado disfrutando en conjunto de estos dos estupendos productos, aunque me temo que sólo el primero es asequible como parte de la colección fija del lineal de la marca, ya que el acondicionador era una reedición limitada de los primeros clásicos.
Lo cierto es que, aunque la textura no es la misma que la primera vez que los usé pues en aquel entonces la fórmula era más grumosa y parecía casi una papilla de plátano machacado, el olor a gominola de plátano y los efectos en el cabello sí lo son.
Amén del gustazo que da lavarse el pelo con un perfume tan agradable, todo el tiempo que he usado estos productos mi pelo ha estado más suave de lo habitual y también con un brillo mayor. Es más, es una diferencia que se ha notado especialmente al tacto y que he agradecido mucho tras mi desventurada incursión en el abismo de los tintes coreanos.
Por lo tanto, mi veredicto es de 9’5 para el champú y de 9 para el acondicionador, que pierde medio punto por ser edición limitada y difícil de obtener con regularidad (aunque me imagino que reeditarán otra vez los clásicos en algún momento). El otro medio punto que resta es culpa del envase, típico de The Body Shop, pero un tanto rígido y que dificulta que se aproveche el producto con facilidad (nada que un poco de agua para diluir el último culín no pueda arreglar).
Así que, ya sabéis, si buscáis un poco de potiducha con sensaciones y buenos resultados, no lo dudéis y animaros a probar alguno de los dos productos que os enseño, seguro que no os vais a arrepentir.
Un besito y hasta pronto!