Este año, el otoño llegó por estos lados del mundo (más precisamente, por Buenos Aires) con una puntualidad digna de Lord inglés. El 20 de marzo a las 19:45 indicaban astrónomos y meteorólogos... Y así fue, que más que menos, la noche del 20 de marzo se esfumó el calor agobiante del verano que no quería despedirse, regalándonos-envolviéndonos en días, tardes y noches con temperaturas propias más de enero que de fines del verano.
La verdad es que estaba ansiosa por su llegada - aunque ya anuncian los especialistas que volverá el calor para la semana próxima -. No sé, será que nací en otoño y esta estación del año ocupa un lugar especial en mi corazón o que las temperaturas tan altas, clásicas del verano (unidas a la humedad que caracteriza a esta región de mi país, en general, sin importar en qué época del calendario nos encontremos), me terminan descompensando; o que ya estaba deseosa de cocinar panes, budines y preparaciones más contundentes (y con más horno) que las ensaladas... Lo cierto es que estos días se presentaron frescos, ideales para algún plato calentito que nos permite disfrutar de los primeros fríos, las primeras lluvias-lloviznas, las mañanas y las noches frescas, con tardes de sol cálido, y las primeras hojas caídas.
Por eso, hoy les propongo una receta que preparaba mi abuela materna, Rosa. Sí, ya sé lo que deben estar pensando: la semana pasada, receta de mi abuela postiza; hoy, receta de mi abuela propia. Creo que el otoño, además, me trae una cierta melancolía o nostalgia que traduzco en realizar las recetas de mi gente, las que disfruté desde pequeña, las que me enseñaron-sin enseñarme a preparar cuando observaba trabajar y metía manito (si me lo permitían, en tareas nada complejas ni peligrosas) en la cocina de mis abuelas (propias y ajenas), tías-abuelas (las que llegué a conocer y disfrutar), de mi mamá... Esta receta es la mar de fácil ¡y de rica! Es que Rosa no era de complicarse en la cocina. Sería por su condición de madre de 3 criaturas bastante seguiditas y algo revoltosas a quienes no convenía perderles pisada, de buenaza que aceptaba todo lo que la vida le planteaba sin muchas quejas ni lamentos, de sufrida que supo campear años de frustraciones, desesperanzas y desencantos con una sonrisa franca y pocas palabras.Aquí les dejo los ingredientes que necesitarán para preparar este sabroso (y sencillo) plato.
¿Comenzamos? Cortá en juliana o en pluma 1 cebolla grande y rehogala junto con 1 cucharada de cebolla de verdeo deshidratada en 1 cucharada de aceite de coco (o el aceite de tu preferencia). Una vez que la cebolla esté transparente reservala. Aparte, hacé lo propio con 400 gramos de hongos/setas (en mi caso, 200 gramos de champiñones de París y 200 gramos de Portobello). Ubicalos lo más separados entre sí que puedas (es decir, evitá que se amontonen en el recipiente de cocción, unos encima de otros), no los condimentes hasta que estén cocidos y no los muevas ni revuelvas hasta que estén dorados. Por último, descongelá 600 gramos de acelga (o cocinala si la verdura es fresca) al vapor.
Entonces, mezclá en un bol los vegetales cocidos. Condimentá con sal, pimienta recién molida, 1 cucharada de pimentón dulce (ahumado, o puede ser páprika en su lugar, si preferís que quede algo picantito) y nuez moscada a gusto. Reservá.
Aparte, en una cacerolita, prepará salsa bechamel en cantidad necesaria (o a gusto del consumidor) como para integrar los vegetales, aportarles cremosidad y hacer honor al nombre de la receta ;)Yo ya les conté en varias ocasiones que preparo una falsa bechamel súper liviana sin manteca y con almidón de maíz, pero cada quien puede realizar la versión que más le guste a su familia. Por si desean saber mi versión, les cuento que coloco en una cacerolita (y a ojo; sé que no es muy científica la medición, pero es como siempre la he preparado) una buena cantidad de leche (puede ser vegetal o animal; e incluso puede ser agua potable) que será proporcional a la receta que esté realizando. Cuando el líquido elegido comienza a tomar temperatura, le añado 1 taza más de leche (vegetal, animal o agua) en la que disolví unas 2-3 cucharadas bien colmadas de almidón de maíz, dependiendo de la textura y fluidez que busco en mi salsa. Revuelvo constantemente con cuchara de madera, incluso cuando estoy volcando el almidón disuelto, hasta que espese. Entonces, apago el fuego y condimento con sal, pimienta y nuez moscada.
Pues bien, a la mezcla de vegetales que reservaste incorporale la salsa bechamel y la mitad del queso rallado (el de tu preferencia) que indica la receta.Volcá la preparación en una fuente apta para horno, previamente enmantecada o enaceitada. Entonces, valiéndote de una cuchara, realizá las cavidades para contener los 4 huevos (pastoriles/ecológicos/de campo) y, con cuidado, ubicalos en cada hueco. Condimentalos a tu gusto y terminá de cubrir todo con el queso rallado restante.
Llevá a horno fuerte (220°-230° C) hasta que los huevos se cocinen y el queso se gratine, quedando dorado y apetecible.
Verás que se obtiene un plato delicioso, de textura y sabor suave, muy completo y facilísimo que, además, les gusta a todos (incluso a los más reacios a comer vegetales). Es ideal para los días frescos (sean de otoño o de una primavera incipiente que a veces se asoma con fuerza y otras se hace desear), para saborear cucharada a cucharada mientras recordamos la cocina de antaño: sencilla, sin muchas pretensiones y con sabor a hecha en casa.
Algunas observaciones y recomendaciones finales: Si lo prefieren, en lugar de utilizar acelga pueden emplear espinaca (en cualquiera de sus variedades), kale o bok choy/pak choi. Incluso, pueden reemplazarla por repollo/col blanco o morado/col lombarda. En cualquier caso, obtendrán platos muy sanos y apetitosos.De igual modo, pueden emplear las setas u hongos que encuentren disponibles en el mercado, los de estación o los de su preferencia.Si lo desean, pueden utilizar en la preparación de la salsa bechamel, reemplazando la leche (en cualquiera de sus versiones) o el agua potable, un rico caldo casero de verduras.
Recuerden que para obtener champiñones/hongos/setas dorados y esplendorosos (nada de aguados y deslucidos) deben ubicarlos en el recipiente de cocción separados entre sí (sin amontonarlos) y sin condimentarlos, dejándolos que despacito vayan tomando color solitos, sin estar revolviéndolos o moviéndolos todo el tiempo. Una vez cocidos, podrán condimentarlos a gusto; de esa manera, evitarán que pierdan líquido (son un 90% agua), quedando sosos y poco sabrosos.La cantidad de huevos de la receta dependerá directamente de los comensales que se sentarán a la mesa, así cada quien tiene su huevo jugoso y sabroso que se escurre en su porción.Por último, les recuerdo algunas de las propiedades nutricionales de la acelga: No contiene, prácticamente, grasas ni hidratos de carbono; sin embargo, es muy rica en agua. Asimismo, es rica en nutrientes reguladores como fibra, algunos minerales y vitaminas. Entre ellos se destacan los folatos (betacarotenos que se transforman en vitamina A cuando nuestro cuerpo así lo requiere y que intervienen en la producción de glóbulos rojos y blancos, así como en la formación de anticuerpos del sistema inmunológico, el bienestar de nuestro cabello y el de nuestra piel porque es un gran antioxidante), la vitamina C (que se encuentra en sus hojas de color verde más intenso), la clorofila, el potasio (que toma parte en la transmisión y generación del impulso nervioso y en la actividad muscular normal), el sodio (que le da su sabor algo amargo característico), el magnesio, el yodo (indispensable para el correcto funcionamiento de la glándula tiroides), el hierro y el calcio.
Prueben este sencillo y tradicional plato de cuchara que llegó con mi familia desde Europa y que, estoy segura, en cualquiera de las variantes que les propuse gustará en su mesa por su sencillez y su marcado sabor cremoso.
Antes de despedirme, agradezco mucho a María José, editora senior de Directo al Paladar, (o a quien le haya hecho llegar mi receta) por incluir mis Galletas de avena (a la irlandesa) en su Paseo por la gastronomía de la red: catorce recetas de galletas para no parar de mordisquear. ¡Gracias! ¡Muchas gracias por elegir/incluir mi propuesta! :D
Hasta la semana próxima. Disfruten mucho con sus afectos y experimenten en la cocina. ¡Nos vemos!
Textos y fotografías: ©Bouquet Garni Recetas