Revista Opinión

¿Aceptamos pulpo?

Publicado el 15 septiembre 2011 por Carmentxu

Nadie dijo nunca que iba a ser gratis. En todo caso, el futuro hacía prever un mundo achinado, trabajando a destajo en fábricas de producción de productos con obsolescencia programada sin derechos, sin apenas días de vacaciones y uniformados en gris con cuello mao. Esto, al menos, era lo que iba y venía por el imaginario popular a raíz de los flirteos, la pasada primavera, entre Zapatero y los dirigentes chinos.

¿Aceptamos pulpo?
Pero no era eso. Los chinos son especialmente difíciles de entender para nosotros, y no sólo por el idioma. Y, además de tener mucho dinero contante y sonante, justo lo que hace falta en los prostituidos mercados europeos y estadounidenses, son grandes comerciantes. China lleva años creciendo alrededor del 10% anual, lo que ha derivado en riqueza y poder económico. Pero no ha sido suficiente: quiere también reconocimiento social, como pretendieron en su día muchos industriales enriquecidos con el comercio y la industria, pero que seguían siendo despreciados por la vieja y decadente aristocracia europea, precisamente por eso, por haber ganado dinero con su trabajo (y el de otros muchos). Por ello, pretendían a herederos de rancias familias y deudas en busca de algo que no se compra con dinero: prestigio social. El primer ministro chino, Wen Jiabao, ha hablado claro en Dalian, donde se celebra estos días el llamado Davos de verano. Y lo ha hecho delante de unos 1.500 altos ejecutivos y funcionarios de 90 países. China quiere status, concretamente el de economía de mercado, lo que permitiría acabar con algunas restricciones existentes a sus exportaciones e inversiones en Europa y Estados Unidos en su lado más práctico. En el social, supondría una campaña de márketing de dimensiones colosales, equivalentes a las del gigante asiático, para que la violación de derechos humanos y la falta de libertades deje de ser la comidilla en los bailes de gala. ¿Aceptamos pulpo para seguir empujando este capitalismo neoliberal? Parece que no sólo lo aceptamos, sino que celebramos que está delicioso…


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