Imagen de Nueva Acrópolis.
Así que he decidido empezar por una época más cercana a la nuestra ya que, de ella, aún está "mamando" nuestro pensamiento actual (bueno, el que piense, que los hay que no piensan ni aunque les paguen). Esa época es la Moderna que enlaza con la Contemporánea, esto es, vamos a comenzar en el siglo XVII para llegar hasta nuestros días. Vamos allá, a ver qué pasa.
Las propuestas teóricas de los distintos filósofos modernos normalmente estuvieron agrupadas principalmente en corrientes como el Racionalismo o el Empirismo, pero cuidado, esto no significó que entre ellos no hubiese importantes diferencias porque las hubo. Esto se debió a que sus propuestas estuvieron entretejidas con procesos históricos propios de aquella época, que acaecieron de forma paulatina y con ritmos distintos, en las ciencias, las técnicas, la moral, la política, el arte y la religión.
Arriba, Descartes, Spinoza, Leibniz y Hobbes.
Abajo, Locke, Berkeley, Hume y Kant.
De la corriente ‘Empirista’ (Hobbes, Locke, Hume, etc.) es preciso señalar su conexión con dos procesos históricos peculiares, uno de carácter político y otro de índole científica. En Hobbes y en Locke se fraguaron –aunque hay otros autores también representativos de esta idea- las concepciones ‘contractualistas’ del poder político: según ellas el poder del Estado no emana directamente de Dios (como sucedía en las teorías medievales o renacentistas ligadas a las monarquías de esa época), sino de un ‘contrato’ realizado por los ciudadanos en el que ceden su soberanía al Estado (esto, que ya encontramos expuesto en autores ingleses del siglo XVII, fue decisivo para la ‘revolución francesa’ del siglo XVIII). Por otra parte los autores ‘empiristas’ estuvieron vinculados a lo que puede llamarse ‘afianzamiento de las ciencias empíricas’ (unas ciencias más cualitativas que cuantitativas, en las que a lo sumo se alcanza una verdad probable gracias al razonamiento inductivo). John Locke, por ejemplo, era médico y estuvo ligado a la ‘historia natural’ (la ‘biología’ del siglo XVII y XVIII en la que destacaron Buffon y Linneo, y que consistía en un conocimiento clasificatorio en el que se realizaban exhaustivas taxonomías de los seres vivos. Hume, por su parte, fue historiador (escribió una voluminosa “Historia de Inglaterra”, por ejemplo).
¿Qué elemento es común a los autores ‘racionalistas’ y a los ‘empiristas’, es decir, a los autores del siglo XVII y de los primeros setenta años del siglo XVIII? Pues principalmente su marcado “Teocentrismo”: consideraban que el fundamento último del mundo es Dios, con dos notables excepciones: por un lado Spinoza, que sostiene que ‘Dios’ no es otra cosa que la ‘Naturaleza’-, y por otro Hume, que niega que ‘Dios’ pueda ser considerado el ‘fundamento último del mundo’.
Es necesario subrayar que este ‘teocentrismo’ de la primera modernidad es distinto del de la Edad Media (aunque haya, lógicamente, una cierta continuidad). ¿Cuándo se produce un cambio significativo en esto? Pues cuando se pasa del ‘Teocentrismo’ al ‘Antropocentrismo’, o sea, a la consideración de que el fundamento del mundo no es ‘Dios’ sino ‘el Hombre’. Se declara así al Hombre como el ‘Sujeto’, es decir, lo que ‘soporta’ y ‘sostiene’, por ser un ser ‘racional’, al propio mundo. ¿Y qué filósofo registra más nítidamente ese paso? Sin duda alguna Kant: su propuesta filosófica conocida como ‘Idealismo transcendental’ significa que el Hombre, como Sujeto racional, es el fundamento del mundo, es decir, de la ciencia, de la moral, de la política, del arte, etc. Kant es la bisagra entre la primera modernidad y la modernidad plena, propia del siglo XIX.