Revista Cultura y Ocio
Si en algo estamos de acuerdo las diferentes obediencias masónicas, liberales o regulares; masculinas, femeninas o las que practicamos el trabajo hombres y mujeres conjuntamente y en plena igualdad, es en la utilización del método simbólico.
El término símbolo, su definición, ha hecho correr ríos de tinta. Digamos simplemente que se trata, mediante el uso de elementos perceptibles por nuestros sentidos, de aludir a una realidad, un contexto, en ocasiones confuso para que cada cual encuentre su propia significación.
Podemos tomar a este respecto lo escrito por Françoise Dolito en su libro La difficulté de vivre. Señala en él la importancia de la función simbólica que reside sin ninguna duda en el hecho de que escapa a toda definición en el tiempo y en espacio. Según esta autora: cualquier cosa puede ser una señal para el ser humano. Este puede servirse de cualquiera que se repita como un medio de acción sobre otro ser humano mediante el que llevar a cabo una articulación sensorial que memorialice la señal que acompaña al hecho original. Todo ser humano tiene entonces, a través del simbolismo, el medio para actuar sobre otros, despertando en ellos una resonancia sensorial receptora concordante con la suya.
Podemos, también, evocar símbolos personales: un música, un pañuelo, que trae para alguien determinado alguna situación vivida ( en Proust, en Por el camino de Swann: el amor). Podemos hablar de símbolos propios de un conjuntos de personas más amplio: La canción del partisano, por ejemplo, cuya música por si sola nos trae a la mente un conjunto de situaciones. Podemos hablar de símbolos de contenido más universal, como la noche, el día, las estrellas. Quien quiera que participe de este último sistema simbólico formará parte, sin encontrarse necesariamente en total comunión con el resto de los partícipes, de una experiencia compartida.
En Masonería, algunos símbolos se repetirán de manera constante y serán como el signo de esa común experiencia, una emoción compartida a través del tiempo, los países, los idiomas. El simbolismo sirve así de cimiento entre los masones a través de los continentes y las generaciones. Por tanto podemos afirmar que el simbolismo es capaz de remontar las contradicciones y reducir las discrepancias.
La Masonería especulativa (término utilizado para distinguirla del oficio de la construcción) utiliza de manera abundante el simbolismo ligado a tal quehacer.
La relación entre la Masonería moderna y los constructores no ha sido aún claramente probada y las investigaciones en este sentido tampoco aportan gran cosa a la andadura masónica.
Permanece el simbolismo, ligado a las herramientas, que es muy evidente. Evoca la aventura emprendida por los seres humanos que, desde los tiempos más remotos se han esforzado por domar la naturaleza, remontar obstáculos, proporcionar sentido a su vida.
También es cierto que el método simbólico permite a cada cual explorar los sistemas de concordancias o más bien de las analogías. Búsqueda individual, por supuesto, que se inicia en una suerte de ensoñación silenciosa permitiendo el descubrimiento de nuevos conocimientos en situaciones ya conocidas. Deberemos, en cualquier caso, ser prudentes ya que como en todo asunto en nos involucramos como seres humanos siempre es posible que nos desviemos del camino correcto.
Thérèse Willekens
Traducido y adaptado del libro "Lettres a Valerie au sujet de la Franc-Maçonnerie"Editado por TELELIVRE