Seguimos con árboles y paisajes. De la Ribera del Júcar en Albacete, por la Mariquillas o Valdeganga, donde ya de niños íbamos con mi padre a comernos a la era del río lo que él llamaba "un lepórido con liliáceas", o solanáceas, según se nos antojaba. Yeste, de Baños de Tus hacia el Calar del río Mundo, parajes recorridos cientos de veces durnte cincuenta años. Luego Cullera, acompañando al Júcar hasta el mar. También Tibi, en Alicante, viendo las nubes rebosar sobre las montañas. En fin, acuarelas de recuerdos a partir de fotos de rutas que hacemos a menudo y que dibujamos cuando esos lugares están llenos de gente y no invitan a acudir a ellos. Pronto llegará otra vez el momento.
Aunque utilizo muchos colores, en cada acuarela solo unos pocos son necesarios, y casi siempre los tonos vienen determinados por el azul elegido como base de las mezclas. Unas veces ultramar de Van Gogh o Rembrandt, otras Cobalto de Windsor & Newton, raramente cerúlero de Daniel Smith o Rembrandt, utilizado con cuidado, pues puede resultar demasiado pinturero y siempre usando pigmentos de la mayor calidad, sin mezclas de blanco, que lo hacen pastoso y repelente. Diluido puede ser delicioso, como ese tono del cielo tras las nubes en la siguiente acuarela. Dado su nombre, debe ir bien tanto en los cielos como en la tierra, pues mezclado con naranja de cadmio, aleación cromática que aprendí en un libro de Charles Reid, un maestro de las mezclas, da un gris interesantísimo. Con tonos tierra también puede sorprender. Algunas veces se recurre a una paleta clásica, con sus sienas natural y tostada, tonos quebrados mezclándolas con ultramar, incluso utilizando con infinito cuidado el viridian o esmeralda, únicvo verde de muchos acuarelistas clásicos, un verde tan hermoso como lleno de peligros, casi hiriente si se usa solo, sin matizar con los otros colores usados en la acuarela, pero que aporta un cromatismo que ning´ñun otro verde ofrece. En estos casos, como es la siguiente acuarela de la Ribera del Júcar en Albacete, prácticamente se utilizan solo esos cuatro colores. En estas ramas, para los tonos cálidos, oxidados, quinacridonas de Daniel Smith, muy transparentes y brillantes. Gold o Red Gold. Para hacer verdes jugosos y frescos, muy luminosos, estos tonos amarillos y rojizos mezclan muy bien con prusia incluso índigo. En este caso, el otoño se ha pintado con cadmios de Rembrandt y esos quinacridonas de Daniel Smith. Algunas sombras s refuerzan con el violeta oscuro de amatista de esa marca.
Este paisaje, incorpora el verde de jade que utilizo mucho, y un verde serpentine, ambos de Daniel Smith. Siena, cobalto y violeta ultramar de Daniel Smith. Se trataba de jugar con transparencias, veladuras aplicdas una vez seca la capa anterior, aunque la base se da todo en húmedo de una sola vez, marcando de entrada las zonas de sombra con el mismo azul del cielo, al que también se recurre para matizar los verdes. Detalle de la anterior acuarela.
En esta última se toma como azul base el índigo, tanto para el cielo como para las sombras, mezclado ahí con siena tostada y con toques de alizarina. Hay un marrón oscuro, con matices apagados, que utilizo bastante en las ramas de los árboles para dar textura, por su tono berenjena y porque granula mucho, Bloodstone Genuine de Daniel Smith. Se puede ver en los arbustos de la parte inferior izquierda. En las mezclas da vida a muchos otros colores, amarillos o rojizos. verdes o azules. Una joya, como el azul oscurísimo de Sodalita, que uso cada vez más en las sombras, una especie de índigo más agrisado y granular.