Revista Arte
Pues aquí estamos otra vez peleándonos con los verdes. Siempre que en el tema aparecen masas de árboles diferentes, que ocupan gran parte de la superficie a pintar, procuramos ir mezclando un verde base (en este caso jadeita de Daniel Smith, una especie de verde esmeralda bastante oscuro), con otros colores que lo agrisen, lo apaguen, le den matices más cálidos, en definitiva que se muestre cierta variedad sin romper la armonía que proporciona el uso de pocos pigmentos. Se mezclan amarillos, ocres o azules con este verde que es la base de los demás. Algunas veces se recurre al verde de perileno, ya intenso, oscuro y apagado.
Los azules usados son ultramar y cobalto, utilizado el primero de ellos para las sombras mezclado con alizarina, mezcla que da un violáceo muy luminoso y transparente. Ese ultramar, mezclado con siena tostado proporciona toda una gama de marrones quebrados, llegando a un gris de intensidades diferentes, llegando casi al negro, pues como pigmento el negro no se ha utilizado.
Las mismas mezclas aparecen en estas tres primeras acuarelas, todas de la Casa Gil en Alpera (Albacete). En todas ellas había un suelo con tierra y piedras, que se han resaltado con el sistema ya habitual de dejar puntos blanco de tamaños irregulares pasando el pincel con rapidez y no demasiada agua en esas zonas. En los casos de piedras mayores se puede recurrir al líquido enmazcarador, en este caso de Sennelier, con un aplicador que permite líneas y detalles finos. Luego con esa mezcla de ultramar y alizarina se aplican uno pqueño puntos de sombra en parte adecuada según la luz. Añade bastante relieve y textura a los suelos.
La siguiente acuarela, bastante naif, se trata de una aldea y su palomar, la Casa Aparicio, entre Alpera e Higueruela.
El Pozo de la Nieve, en Alpera, en una segunda versión, pues hace un par de meses ya pìnté otra con la luz dorada del atardecer. En esta se ha procurado ser muy austero con el color, quebrado y apagado en casi todfas las zonas, para que resalte la calidez de ese muro semiderruido de ladrillo que contrasta con el gris de la piedra con que se construyó ese pozo, una verdadera obra de arte, pues utiliza el mismo sistema constructivo de los cucos, colocando piedras para cubrir una superficie, en este caso muy grande. A pesar de su antigüedad, se mantiene perfecto n su estructura principal. Por lo demás, recurro a mis piedrecitas en los primeros planos del suelo y rascados o reservas para las ramas de las plantas.
Por úñltimo, dos versiones de Alcalá del Júcar a partir dfe unas fotos de hace un mes, cuando los árboles se vuelven amarillos. Se ha repetido buscando algo que en ninguna de las dos acuarelas se ha conseguido, pues los blancos de las casas, en sombra en su mayor parte, no son como se intentaba que quedasen, algo más luminosos, pero con la luz cálida del atardecer. Dejrlos en blanco no resulta y encontrar los tonos adecuados es algo que se me escapa. Habrá que seguir probando.