Revista Arte
Pues ya está aquí el otoño y nadie sabe cómo ha sido. Menos mal que, por ahora, las estaciones no dependen de la gestión de algunos mandamases que, entretenidos unos en pasar a la historia, otros en huir de la cárcel, y alguno de las dos cosas, seguro que se les pasaba lo de cambiar los colores del paisaje. La anterior acuarela, de Bienservida en la sierra de Albacete, nos hace sacar los cadmios y quinacridonas a relucir, rodeados de tonos neutros, entre los que no faltan los violáceos de amatista. En cuanto llega este tiempo toca cambiar las verdolagas y petunias por pensamientos, que la estación es propicia para pensar. Cada vez que voy a comprarlos me asombro de la variedad de colores y matices disponibles. Me gusta poner en los maceteros alguno de tamaño grande rodeado de un par de macetas de pequeños pensamientos, que no es buena época para las grandes ideas. Pienso, luego estorbo.
Una vez puestos en el alféizar de la ventana —hermosa palabra—, ya no se hartan de posar hasta que llega el verano, aunque tienen la tendencia a darme la espalda y mirar hacia los vecinos de enfrente, que están donde el sol, por lo que hay que dar la vuelta a los maceteros de vez en cuando. Un día se me van a caer desde el cuarto piso y vamos a tener un disgusto. Algunas veces vienen a libar abejas, abejorros, incuso algúna mariposa colibrí, de esas que se están quietas en el aire, suspendido el cuerpo mientras baten las alas a punto de salirse de los engranajes. ¡Qué barbaridad! ¡Cuántos tocadores de charango quisieran tener mano de colibrí! Cuando alguno de estos visitantes se acerca a mi ventamna, me suele pillar con la cámara dispuesta a hacerles un retrato de cuerpo entero, que la fotografía es antigua afición, especialmente la macrofotografía. Estas fotos son de la temporada pasada, con las petunias, que los pensamientos nuevos están aún en su más tierna infancia y todavía no se han desarrollado. Cuando me ponga a leer al lado de la ventana les iré resumiendo las lecturas. Cuando crezcan más, en tamaño y conocimiento, les iré acercando el libro para que lean ellos, que los pensamientos necesitan buenas lecturas. Estas acuarelas sí son de estos días, aunque a partir de las fotos de las flores del pasado año, que las de ahora aún son muy pequeñas. El otoño suele traer lluvias, tormentas, nubes y hermosos atardeceres, en la Mancha y en la playa. Las siguientes son acuarelas de Calpe desde Altea, la playa de La Roda, prácticamente desde el mismo sitio. Se hae la segunda para alejar las gaviotas, que se ponen muy 'cansás'.
Estos tres apuntes en cuaderno se van haciendo mientras se pone el sol, intentando recoger los cambios de luz y color, la evolución de las nubes y la disolución del paisaje en una bruma invitadora a tomarse uno algo y dejar de pintar. Para esto es buena al acuarela, por su rapidez.
De día, con buen sol, tyodo brilla y no hay otoño en el levante. Una gozada desde Altea a Jávea, llegando al cabo de la Nao.
Dos dibujos con pluma y pincel de agua en el regreso a Albacete por Valencia. Seguimos con las nubes propias de la estación.