Dos madres charlan:
- Mi hijo es un médico magnífico -afirma la primera-. ¡Es absolutamente necesario que vayas a verlo!
- Pero es que yo no tengo nada -responde la otra-. ¿Por qué he de ir?
- Es un médico tan bueno que... -explica muy orgullosa la primera- aunque no tengas nada te encontrará algo.
Sucede con mucha frecuencia: en lugar de observar la realidad y elaborar teorías, elaboramos teorías que luego las adaptamos a la realidad. Esto sucede con frecuencia con las estadísticas. Sabemos lo que queremos que salga y buscamos la forma que así sea. Y no se falla jamás. Se manejará oportunamente la forma de realizar la pregunta, o la forma de presentar las contestaciones para que conduzcan a la respuesta deseada o lo que sea. Ya lo decía Churchill: "Sólo me fío de las estadísticas que yo mismo he manipulado".
Algo parecido ocurre en el mundo de la contabilidad o la valoración de empresas. Saldrá lo que queramos que salga, basta dar rielda suelta a nuestros caprichos: dotaciones, desdotaciones, interpretaciones, descuento de flujos, tipos de interés...
Se encuentran un comerciante y su contable y le dice el primero al segundo:
- ¿Cuánto son dos más dos?
El contable viendo que no mira nadie le susurra:
- ¿Tú cuánto quieres que valga?
Otro ámbito que muestra esta realidad es el de los emprendedores con la elaboración de los business plans. Todos -repito, todos- tienen un defecto: pecan de optimismo. Nadie monta una empresa pensando que va a fracasar. Es más, todos piensan que se van a forrar. La evidencia muestra que sucede lo contrario.
¿Qué hacer entonces? Humildad, mucha humildad. Olvidamos, como decía Chaplin, que "la vida da tiempo nada más que para ser amateur". El periodista y físico John Maddox decía: "Cada descubrimiento científico, al mejorar nuestros conocimientos actuales, también agranda las fronteras de nuestro ignorancia". Se nos escapan muchas cosas.