Ya ha llegado el primer día de guardería, o mejor dicho de escuela infantil, como nos repiten las cuidadoras (porque no llevamos a nuestro hijo a un sitio donde lo guardan, sino a un centro con proyecto educativo). Hoy mi hijo entrará por primera vez en una casa donde no está sólo, donde va a tener que esperar su turno para coger el juguete que quiere y donde no van a hacerle todas las gracias a la hora de comer. Por suerte, nuestro periodo de adaptación para el primer y último año de guardería es largo. Demasiado largo en opinión de las madres cuyos hijos ya empezaron el curso pasado, pero, desde mi punto de vista, el tiempo exacto para nosotros. Quince días para hacernos a una nueva situación y empezar el curso con buen pie.
No niego que hemos tenido que hacer encaje de bolillos y cuadrar nuestros calendarios laborales para poder hacer frente a la adaptación, pero creo que es para un buen fin. Veremos si el año que viene opino lo mismo. De momento, los tres primeros días el peque va sólo media hora y con uno de los padres (servidora), después se queda solo la media hora y el tiempo se va alargando hasta la hora, después hora y media y, por fin, veremos si se queda al comedor y en jornada completa. Todo muy gradual y adaptado a cómo se encuentre cada niño, según nos han dicho. Y, por lo que he leído, cuanto más largo es este periodo, mejor se adapta el niño y menos llora cuando se van sus padres: se acostumbra al entorno y al resto de niños, entiende que no es abandonado y va comprendiendo las rutinas de su nueva escuela.
Tengo suerte de que los primeros días pueda estar con él en esa primera toma de contacto. Estando conmigo, tengo la impresión de que va a pensar que vamos a la bebeteca, como el año pasado. No quiero perder detalle de cómo se comporta, a qué niños se acerca y cómo mira a las chicas que serán sus cuidadoras. Para los siguientes días, nos han dado unos consejos para que la adaptación sea más llevadera:
- Preparar al niño durante el verano para su entrada en la escuela, contándole que pronto irá allí para estar con más niños. Yo llevo varios días con el cuento todas las noches y se lo he descrito tan maravilloso que el pobre va a creer que va al mundo de la piruleta.
- Llevarle a que conozca la escuela para que el lugar no le resulte extraño. Pese a que lo tenemos cerca de casa, no le he llevado a ver su nueva escuela tanto como me gustaría. Espero que tenga buena memoria y el sitio al menos le suene.
- No llevarle en brazos para que la despedida no sea desgarradora. Este consejo tiene su lógica aunque así leído asuste. Es más fácil que la separación del niño se haga desde la silleta que desde los brazos. Creo que me costará no darle un abrazo para despedirme.
- No mentirle. Nunca mentir y despedirse sin avisar, eso es terrorífico para ellos. Nos han recomendado que digamos que nos vamos a hacer un recado y que volvemos enseguida. Y si es con el pan bajo el brazo, para que vean que es cierto, mejor que mejor.
- Dejar sus cosas listas. Hemos entregado ya todo lo que nos han pedido para que cuando mi hijo vaya a su clase vea su foto y la de sus padres. Si lo necesita, ya tiene su chupete y su biberón, al igual que el cojín y la mantita. Todo sea para que su entorno sea más familiar y reconozca sus cosas.
- Que los niños sean los protagonistas de las primeras horas en que van a estar en la escuela y acompañados por sus padres. Esto quiere decir que los padres no hablemos entre nosotros durante ese rato, aunque nos conozcamos, para que estemos atentos a ellos y se adapten mejor al resto de niños, a las cuidadoras y al entorno.
Afronto nuestro primer septiembre con nerviosismo y ilusión. La separación no va a ser angustiosa, son pocas horas y, estando mi hijo cerca de los dos años, es una buena edad para que empiece en la guardería, que coincide además con la recomendación de los pediatras de no llevarles antes de esa edad.
Además, no puedo negarlo, de niña era una de esas empollonas que estaban deseando que llegara el primer día de clase y disfrutaba como nadie estrenando el material escolar. A mí, la llegada de este mes nunca me ha venido mal, y ya que estoy de confidencias, diré que hasta me hacen cosquillas en la tripa los anuncios de la vuelta al cole o de la temporada de otoño de El Corte Inglés. Algo de eso perdura y, aunque este verano el inicio de la guardería me ha pillado con el pie cambiado, mi hijo va hoy a clase con todo listo.
Además, sé que hoy entramos en una etapa intensa. Seguramente viviremos las primeras palabras de mi hijo, las primeras peleas con otros niños, sus primeras rabietas… Me sorprenderá con canciones, palabras en euskera y nuevas amistades. Descubriré si es capaz de dormirse solo y veremos si, como intuyo, terminará robando la comida del plato a todos sus compañeros. Una etapa interesante, ¿verdad?
¿Cómo son los periodos de adaptación de vuestras guarderías? ¿Algún consejo más para una buena adaptación?