El anuncio de esta semana tiene un singular precedente, que merece la pena ser contado. En febrero de 2012, saltó a los periódicos de todo el mundo la noticia de que Diane Aulger, de 31 años, y natural de Colony (Texas, Estados Unidos) había adelantado el nacimiento de su bebé para que su esposo, Mark, que había entrado en la fase terminal de un cáncer, pudiera conocer y besar a la nueva hija.
En diciembre de 2011, ocho meses después de que Diane quedara embarazada, Mark sintió que su salud se deterioraba de forma angustiosa. Los médicos le habían diagnosticado cáncer de colon y le habían sometido a sesiones de quimioterapia, pero de repente sus pulmones empezaron a fallar sin que se pudiera poner remedio.
La insuficiencia respiratoria se agravó el 3 de enero de 2012, cuando tuvo que ser trasladado de urgencia al hospital, donde determinaron que se trataba de una fibrosis pulmonar. Diez días después, los médicos les informaron de que el estado de salud de Mark era ya terminal y de que su esperanza de vida no era de más de una semana.
Ante esta desesperada situación, la mujer decidió adelantar el parto para que Mark pudiera estrechar entre sus brazos a su quinto hijo antes de morir. El bebé, que al final resultó ser una niña, Savannah, tenía programado su nacimiento para el 29 de enero, pero pudo ver la luz el día 18 de ese mes. Mark la tuvo en sus brazos a los pocos minutos, y en seguida se vio rodeado por su mujer y sus cuatro hijos, que miraban conmovidos la escena. Diane pudo ver cumplido su sueño: su marido sostenía en sus brazos a su hija y lloraba de emoción. El 21 de enero, tres días después del nacimiento de Savannah, Mark ingresó en coma farmacológico y al cabo de 24 horas murió. De este suceso verdaderamente impresionante, dejaron constancia varios periódicos: entre otros, ABC, Diario Correo, Vanguardia de México o Estrella digital.
Esta historia de amor y de heroísmo merecería por sí sola un post en este blog. Pero lo más inaudito es descubrir que, un año antes de que sucediera, una empresa tailandesa imaginó este mismo relato para un spot antológico. Lo cuenta desde el punto de vista del médico, que se sorprende ante el rasgo de generosidad de la madre (anticipar el parto para que su marido vea a la niña) y el amor inconmensurable del padre (aferrarse a la vida y resistir para vivir un poco más y poder verla).
“Dada su grave situación –nos dice la voz en off-, pudo haberse rendido mucho tiempo atrás”. Y el doctor reflexiona: “A lo largo de nuestras vidas llegamos a hacernos muchas preguntas: ‘¿Por qué estamos aquí?’ ‘¿Para qué nacimos?’… Quizás nos hacemos las preguntas equivocadas, y la correcta es: ‘¿Para quién vivimos?’”
Un spot maravilloso, con el que hoy quiero celebrar el don de la vida, el amor de los esposos y su entrega en cada criatura que traen al mundo. ¿Cabe mayor gesto de generosidad y de entrega?... Sí, yo también quisiera ser como Diane Aulger, y siento que el ejemplo de esta madre desconocida me ha inspirado hoy muchísomo. ¡Muchas gracias, Diane!