Ir de compras es una actividad a menudo gratificante para muchas personas, sin embargo, cuando ir de compras se convierte en una necesidad, cuando es imposible controlar el impulso y cuando, además, esta acción causa sentimientos de culpa, vergüenza, irritabilidad e inclusive problemas económicos y familiares graves, estamos ante una adicción.
Esta adicción se caracteriza por la obsesión por realizar adquisiciones innecesarias de forma excesiva. Muchas de las personas que sufren este problema pretenden aumentar su autoestima con esta conducta. Las mujeres de entre 30 y 50 años suelen ser las más propensas a padecer adicción a las compras, pero los jóvenes están cada vez más expuestos por las presiones constantes de la sociedad de consumo. Además, la posibilidad de realizar compras sin tener que desplazarnos de casa a través de internet ha aumentado esta patología.
Ha resultado evidente que las personas que padecen esta adicción utilizan las compras para afrontar situaciones de tristeza, abatimiento y depresión. El estereotipo marca que los adictos a las compras suelen ser del sexo femenino, en este caso una mujer de mediana edad. Pero lo cierto es que los primeros compradores compulsivos son los niños. No hay más que verlos deseando cosas que no necesitan. Es algo que no se toma en consideración, y este tipo de educación puede desembocar en futuros compradores compulsivos.
Es posible diferenciar los términos comprador compulsivo y comprador adictivo: aunque en ambos trastornos se da una conducta incontrolada, la obsesión-compulsión se refiere sobre todo a ideas, y la adicción a impulsos. La compulsión se vive por el sujeto como algo extraño y absurdo, a diferencia de la adicción, que se vive como propia pero no se domina. La persona adicta vive su conducta de comprar como algo que escapa de su dominio o control.
La persona sabe que es comprador adictivo cuando no puede controlar el impulso a adquirir productos. Los sujetos que padecen este tipo de adicción se enfrentan a la dificultad de recibir ayuda. Ello ocurre porque la sociedad de consumo refuerza la idea de que comprar es una actividad normal. En un primer momento el adicto dice que controla la situación y que lo puede dejar. Pero muchas veces deben ser los amigos y familiares los que se den cuenta de que tienen la casa llena de objetos que no necesitan. Hay momentos en los que la misma persona se puede dar cuenta de lo absurdo que es tener en casa tantas variables del mismo producto. Por ello, al igual que en cualquier otra adicción, hay que destacar la importancia de que el sujeto afectado reconozca que padece una adicción a las compras.
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