Esta mañana se apagó la vida de Salvador Valverde Parra. Para muchos, Salva "el del 7", o "el de la peca". Para mi, un defensor de la integridad del toro bravo, aficionado a tiempo completo. Si el día tuviera 25 horas, pasaría 26 pensando en toros. Su afición desmedida y defensa enérgica de la fiesta le llevó a ser objeto de una grave agresión cuyo origen nunca se desveló .
Cualquier visita a una ganadería se convertía en una colección de bromas rematadas con carcajada y recochineo. Salva siempre llevó un niño travieso dentro.
Su afición le llevó a tener abono joven en la andanada, vender coca-colas en el tendido y después defender el honor de Las Ventas con su clásico "¿a quién defiende la autoridad?", muchos vociferaron sin gracia ni conocimiento por pura imitación. De cuando en cuando, sus protestas llenas de sorna aparecían en las crónicas de Joaquín Vidal. Salvita, como muchos le llamaban, no faltó en el último adiós en la Almudena a uno de sus críticos de cabecera. El otro fue Navalón, con el que entabló entrañable amistad. (Para pesar de Mary, que aguantaba como podía las bromas sobre Joselito).
Una tertulia con él llegaba hasta la madrugada, con cuadernito de notas, discutiendo si el toro metía la cara así o hizo ascos al tercer encuentro en el caballo. Con cierta nostalgia hablaba de algo que apenas conoció, una plaza de Madrid en la que Juanito, El Lupas, El Ensabanao y El Ronquillo.
Destacó no sólo por ganarse la confianza, no tan pública, de varios ganaderos y toreros. Siempre, eso sí, que no se viera mucho, no fuese que incomodase al sistema eso de llevarse bien con el líder talibán del tendido 7.Esta tauropatía le llevó a conocer el toro en el campo. Quiso guardar cada recuerdo y optó por la fotografía. Terminó exponiendo sus imágenes en varias plazas de toros. Pocos captaron el esplendor del toro bravo en el campo cómo él supo. Tulios, Palhas, Prietos de la Cal y cualquier reserva llena de raza, eran sus favoritos para retratar.
En su corazón se lleva dos ganaderías; la del Cura de Valverde, en la que ni se sabe los cables que echó a don Cesáreo, y la que efímeramente supo crear con reses de procedencia Fuente Ymbro, por casta que no sea. En esta labor, tan deseada por él hasta que la salud obligó a echar el freno, contó con los consejos de Adolfo Martín.
Descanse en paz un amigo que luchó sin descanso contra la enfermedad y cuyo recuerdo quedará por siempre en Las Ventas. Queda un hueco muy grande en el "Seven Up", como llamábamos de broma al tendido alto del 7.
Ps.: La capilla ardiente estará en el Tanatorio de Pozuelo a lo largo de esta mañana.