Ayer se nos fueron dos grandes del panorama cultural.
Se despidió Tuco con la mano, diciéndonos adiós para siempre uno de los secundarios más prolíficos del cine. El secundario por excelencia que bien podía hacer sombra a más de un protagonista. Uno de esos actores que apenas necesita aparecer en pantalla para aportar clase a la secuencia, y no digamos ya a la película. Su registro era tal que bien podía encargarse de un papel de cuatrero vividor y deslenguado, así como de el de un abuelo sensiblón y casi acabado, o cómo olvidarle como emblemático mafioso en una de las mejores sagas que ha dado la industria cinematográfica.
Eli, además, ha demostrado ser de ese tipo de personas que se hacen querer, que trasmiten ese aire de bondad y paz. No le conocí personalmente, pero sí conocí sus actos, y eso es lo que habla de una persona.
Tu apreciada Almería te echará de menos, feo; yo, también.
Y qué decir de ella. Los personajes de los cuentos lloran su marcha. Una novelista capaz de regalarnos un
cuento con el que acunar a nuestros hijos y una novela para llevar la verdad a los mayores. Un hada sin alas, de aspecto frágil pero con una fortaleza que muchos quisiéramos. Ana María era una niña con canas, una nube que traía sosiego en una vida de puro ajetreo. Una mujer que sólo inspira respeto.
Ella nos dejó lo mejor, sus historias. Los cuentos que una noche soñó y por el día escribió. Siempre te recordaremos y, aunque no lo hiciéramos, tus libros lo harán.