Revista Comunicación
Adolf Wölfli hubiera sido uno de esos casos frecuentes y tristemente sin solución, de locos peligrosos recluidos de por vida. Ingresó en el psiquiátrico de Waldau, en Berna (Suiza), en 1895 y allí pasaría los treinta y cinco años siguientes, hasta su muerte en 1930. Con una infancia de abandono y abusos, Wölfli se enamora, a los 18 años, de la hija de un granjero, pero los padres de su enamorada no aprueban el casamiento por su mala posición económica. Esa humillación lo marca de por vida. Tras un breve paso por el ejército y un par de relaciones amorosas (una joven prostituta; una viuda de mayor edad), Wölfli es condenado a prisión tras intentar abusar de una adolescente de catorce años y a una niña de cinco. Nuevamente es apresado, unos años después de cumplir su condena, por otro intento de violación, esta vez de una niña de tres años. En esa ocasión es cuando se diagnostica su psicosis y sus alucinaciones y es recluido en una institución mental.
En Waldau, Wölfli es considerado, sin dudas, como un loco peligroso. En una ocasión, le arrancó un pedazo de oreja, a un interno, de un limpio mordisco. Es tal su grado de violencia que deben mantenerlo estrictamente aislado para evitar sus desbordes. En otra oportunidad, rompió los tablones de su cama para forzar la ventana y escapar. Pese a lograr su libertad, no tuvieron que ir muy lejos para atraparlo: el personal de la clínica lo encontró al día siguiente, parado e inmóvil, junto a la ventana que había destrozado.
Váyase a saber quién fue la persona que se le ocurrió acercarle un lápiz. Es el remedio. Wölfli, obsesivamente, rellena hojas de papel, con abigarrados diseños, gastando el lápiz en un par de días. Han encontrado el método para tenerlo en calma. Prometiendo y retaceando los lápices como método sucesivo de colaboración y extorsión, logran que refrene sus ataques de violencia.
En 1907, el psiquiatra Walter Morgenthaler se incorpora a la clínica en Waldau y empieza a trabajar con Wölfli, interesándose por su obra. Catorce años después, con la publicación de su libro “Un paciente psiquiátrico como artista”, pone en el tapete la capacidad de un enfermo psiquiátrico de ser considerado en el mundo del arte sólo por la calidad de su obra.
Adolf Wölfli tuvo su propia clientela, con la que intercambiaba sus ilustraciones por lápices de colores para seguir dibujando. Uno de sus más célebres compradores fue Carl Jung. Wölfli llamaba a esos encargos “arte pan”, la parte más “mercantilista” de su obra.
Sus diseños llaman la atención, hay un despliegue de líneas y trazos que buscan apartar el miedo al papel en blanco. Mandalas, caras, vaginas, babosas, pájaros, ojos, formas que se desarrollan y metaforsean en gigantescos dibujos. Inventa palabras, números, crea un mundo propio con reglas y conceptos establecidos arbitrariamente.
La obra de Wölfli no se limitaba al dibujo porque para él, pintura y música estaban imbricadas. Muchos de esos dibujos debían ser vistos como composiciones musicales que el propio Wölfli interpretaba improvisando una trompeta de papel. Esa confusión de los sentidos es conocida en el campo psiquiátrico como sinestesia y es más que una buena fuente de invenciones artísticas. En años recientes, algunos músicos intentaron, con mucha dificultad, reproducir musicalmente las obras de Wölfli. No es imposible pero no es para nada fácil esta traducción al campo musical de sus obras plásticas.
Wölfli nunca salió de la clínica donde estaba internado. Falleció el 6 de noviembre de 1930, de un cáncer intestinal. Dejó detrás una autobiografía de más de 25 mil páginas dibujadas en 45 volúmenes que quedó incompleta con su muerte. En ella mezcla sus propios recuerdos y muta en otros individuos, como el Caballero Adolf, el Emperador Adolf o San Adolfo II. El último tramo incompleto de esa obra, la integraban tres mil canciones a las le puso el nombre de “Marcha Fúnebre”.
Desde 1972, la Fundación Adolf Wölfli difunde y cataloga la obra de este espacial artista depositada en el Museo de Bellas Artes de Berna. Wölfli fue considerado por Andre Breton, el prócer de los surrealistas, como uno de los principales artistas del siglo XX. Tal vez no sea así, pero supo encontrar, en los laberintos de su mente en penumbras, el camino consolador del arte.
Para terminar este post, podemos ver algunas de sus obras, escasa muestra de una frondosa producción.
FUENTES:
Un muy buen artículo del blog “La Caja Negra”:
http://lacajanegra.blogia.com/temas/no-hay-peor-ciego-que-el-que-no-quiere-oir.php
El sitio de la Fundación Adolf Wölfli:
http://www.adolfwoelfli.ch
Los artículos sobre Adolf Wölfli en Wikipedia, en inglés:
http://en.wikipedia.org/wiki/Adolf_W%C3%B6lfli
y en castellano:
http://es.wikipedia.org/wiki/Adolf_W%C3%B6lfli
Un artículo en el sitio de la Phyllis Kind Gallery:
http://www.phylliskindgallery.com/self-taught/artbrut/aw/
Otro en la web Artnet de N. F. Karlins:
http://www.artnet.com/magazine/features/karlins/karlins3-25-03.asp
Un artículo en “Página 12” por Peter Schjeldahl:
http://www.pagina12.com.ar/diario/verano12/23-120177-2009-02-19.html
Un artículo en la web de la Colección de Anthony Petullo:
http://www.petulloartcollection.org/the_collection/about_the_artists/artist.cfm?a_id=63
(Gracias Laura!)