Anne Fontaine hace pelis que no terminan de ser una gran peli, pero tampoco son molestas, ni incómodas de ver. Anne Fontaine cuenta historias así como planitas aunque el trasfondo tenga mucho.
Pues eso hace aquí: Contar una historia que podría ser mucho y se queda planita, floja y termina siendo hasta mala.
Tan mala como la peli del domingo por la tarde.
El mayor reclamo, y consuelo, es ver a Naomi Watts y a Robin Wright, que está maravillosa.
Aunque no te tragas, ni de coña, a los acartonados jovenzuelos apolíneos que acompañan este entuerto.