Con la llegada de la primavera volveremos a adelantar el reloj una hora (de las 02:00 a las 03:00). Con ello, dormiremos una hora menos y durante todo el día realizaremos las mismas actividades con una hora de antelación.
Esta medida, implantada desde 1974 ante la crisis del petróleo, fue acogida por algunos países con objeto de sobrellevarla mejor.
Los cambios de hora estacionales suponen un ahorro energético, el mayor aprovechamiento de las horas de luz nos permite emitir mucho menos CO2 a la atmósfera y disminuir el consumo de electricidad.
Son muchas las ventajas de ésta acción aunque tampoco faltan algunas consecuencias molestas para las personas. Especialmente en niños y ancianos, se observan una serie de alteraciones fisiológicas derivadas de la descompensación entre el reloj interno de la persona y los cambios externos que se dan por el cambio horario. Entre ellas destacan:
Dificultad para conciliar el sueño.
Cansancio y fatiga.
Alteración en las horas de la comida.
Alteración en la producción de hormonas.
Los cambios en las rutinas horarias afectan más a los niños que a los adultos
Se trata de un cuadro parecido al "jet lag" (descompensación horaria por viajar largas distancias), pero mucho más leve.
Los niños suelen tener unas rutinas muy concretas, con horarios de sueño y comidas. Con el cambio horario, no sólo duermen una hora menos sino que se modifican las horas de comer o dormir, ocasionando dificultades de adaptación que permanecen durante unos 3 días.
Podemos observar las siguientes alteraciones en los niños:
Dificultad a la hora de conciliar el sueño y durante la noche.
Inapetencia a la hora de comer o sensación de hambre a deshoras.
Somnolencia durante el día.
Irritabilidad.
Hiperactividad (por el mayor aumento de horas de luz).
El cambio de horario invernal es más fácil de llevar que el de verano. Las consecuencias de este cambio se dan más en el estado de ánimo que en el cuerpo. La producción de hormonas relacionadas con el bienestar se asocia a un mayor número de horas de luz, por lo que cuando éstas se acortan, suelen darse unos estados de ánimos más bajos o deprimidos.
¿Podemos hacer algo para ayudar a los niños en su adaptación al cambio de hora?
Sí, podemos flexibilizar 15 o 20 minutos los horarios de las comidas y/o dormir. Con ello, daremos tiempo al reloj interno del niño para que se adapte a la nueva hora. Así, podemos llevar al niño a la cama o darle la comida un poco más tarde de lo habitual hasta que se adapte.
También podemos generar un ambiente lo más tranquilo posible para el niño a la hora de dormir, evitar situaciones que puedan ser estimulantes para él, como ver la televisión por ejemplo.
Los expertos no recomiendan en ningún caso el uso de medicación, afirman que el cambio horario es un proceso al que el ser humano puede adaptarse con normalidad sin necesidad de recurrir a fármacos.