Revista Cultura y Ocio

Aforismos extraídos de la correspondencia de Voltaire en Suma Cultural

Publicado el 17 enero 2014 por Hermidaeditores
El artículo que reproducimos abajo salió publicado ayer en Suma Cultural. Habla sobre Voltaire y sobre nuestro libro Aforismos extraídos de la correspondencia:

"Sobre los Aforismos de Voltaire: destaca por su atinada selección, que privilegia el aspecto aforístico y literario".

"A la nueva edición de Hermida Editores hay que estar agradecidos porque nos incita a darnos otra vuelta por Voltaire".

Aforismos extraídos de la correspondencia de Voltaire en Suma CulturalEnlace al libro en la editorial: http://goo.gl/Lh5L9TEnlace al ebook: http://goo.gl/yRxjaXEnlace al libro en Amazon: http://goo.gl/kg7Cmc

Otra vuelta a Voltaire

Enrique García-Máiquez -
Enlace al artículo: http://sumacultural.unir.net/2014011510348/otra-vuelta-a-voltaire
François Marie Arouet (París, 21 de noviembre de 1694–30 de mayo de 1778) o Voltaire, sin dar más vueltas, pertenece a esa selecta y paradójica categoría de escritores que son mucho más citados que leídos. Diagnosticó que "la fama no sabe lo que dice", pero ésta se ha vengado a base de bien: su nombre y su renombre han superado con creces los límites de sus lectores.Acierta Fernando Savater, en el prólogo a su edición de Sarcasmos y agudezas (Edhasa, Barcelona, 1994) al fundamentar su importancia en la creación de una figura nueva, de enorme calado en la historia europea contemporánea: el intelectual. Afirma Savater: “La obra maestra de Voltaire fue la invención del intelectual moderno, un oficio que toma algo del agitador político, bastante del profeta y no poco del director espiritual”.En consecuencia, más que en sus libros mayores, desde luego no en la poesía y tampoco en el teatro, la mejor medida del escritor se da en las obras menores, polémicas, agresivas, llenas de agudezas y sarcasmos, para las que tiene, subraya Savater, “dos cualidades esenciales: la claridad y la brevedad”. Lo clavó Lamartine: “Voltaire dio al francés el instrumento de la polémica, creó la lengua improvisada, rápida, concisa, del periodismo”. Coincide en el juicio Carlos Pujol en su deleitosa biografía-estudio Voltaire (Palabra, Madrid, 1999). Su influencia estilística fue vital incluso para sus rivales ideológicos, como Riverol o De Maistre, herederos de su ingenio y su encanto, acérrimos enemigos de su pensamiento.Lo cual explica que para revisitar a Voltaire nada más apropiado que las colecciones de aforismos. Él nunca los escribió, pero es tentador espigarlos en su obra.  Y siendo ésta inmensa y dispersa, resulta muy de agradecer que alguien lo haga por nosotros. Lo hizo Savater en el libro citado y, aunque no es lo habitual (y es un dato esclarecedor), lo hacen en su página de Wikipedia, sin paciencia siquiera para esperar a remitirnos a Wikiquote. Recientemente, con enorme rigor, reinciden María Teresa Gallego y Amaya García, en un hermoso volumen de Hermida Editores, ciñéndose a la correspondencia, que no es mucho ceñirse si tenemos en cuenta que existen unas diez mil cartas suyas, "el mayor epistolario del mundo por su número", según Raymond Naves.El auge contemporáneo de la aforística juega a favor de estas recuperaciones fragmentarias de Voltaire. A lo que habría que sumar, según Savater, sus equilibrios ideológicos: gran crítico, sí, desde luego, pero no un incendiario, de ningún modo. Más revulsivo que revolucionario. Esos equilibrios, observa el filósofo de San Sebastián, que se autorretrata de paso, son muy necesarios para el pensamiento progresista.Fondo y forma, por tanto, nos hacen girar de nuevo hacia Voltaire, a lo que hay que unir ese papel de creador de la figura del intelectual moderno, arquetipo tan influyente como polémico y, aunque cuestionado hoy por las redes sociales, aún con un peso evidente en la opinión pública. Voltaire, por cierto, nos aclara el casi inevitable sesgo anticlerical que porta esa figura. Los primeros intelectuales sufrieron una evidente rivalidad mimética hacia los clérigos, a los que envidian púlpito e influencia social y con los que discrepan ferozmente. La inercia ha perpetuado la hostilidad (y algunos tics imatativos como vestir de negro a la menor ocasión). Por fortuna la rivalidad es a veces tratada con magnífico humor y sabrosa autoironía. Véase aquel soneto de Mario Quintana o aquella prosa divertidísima de Logan Pearsall Smith. Disculpen la digresión, pero esa pulsión ha de servirnos quizá para entender mejor la profunda antipatía a la Iglesia que exudan los escritos de Voltaire, en los que se palpa una cuestión personal.No es lo único que el intelectual típico ha heredado. También una tendencia a ridiculizar al contrario muy tactista: “El ridículo acaba con todo. Es el arma más fuerte”, aconseja Voltaire. Incluso cierto antisemitismo congénito. O un poco disimulado esnobismo: “Los placeres mayores, en todas las artes, no son sino para los entendidos”; “Se ha dicho que el consentimiento de todos los hombres es una prueba de verdad. ¡Vaya prueba! Todos los pueblos han creído en la magia, en la astrología, en los oráculos, en las influencias de la luna”; “Cuando el populacho se empeña en razonar, todo está perdido”. O un regodeo muy gatuno en la comodidad burguesa y el consiguiente desdén por el sacrificio: "No me gustan los héroes: arman demasiado jaleo". O incluso un interés inusitado por lo gastronómico y lo digestivo. Sería un error, con todo, juzgar a Voltaire con el rasero de sus seguidores más comunes. Su inteligencia está fuera de duda. Y eso que la oscurece un tanto el hecho de que muchas de sus ideas han dejado de sorprendernos. Los motivos son varios y se retroalimentan. Por un lado, hay una cuestión de carácter: alegre y frívolo, no propendía a profundizar. Le basta a Voltaire una voluta voluptuosa para voltear, con una voltereta estilística, una página. Por otro lado, era un defensor del sentido común y de la lógica. Si muchas de sus ideas nos parecen comunes, es lógico, porque lo son, y casi de refranero: “Las grandes cenas matan. Y hay que ser filósofo con la mente y con el estómago” “Es mejor tomar árbitros que pleitear”. “Sobriedad y ejercicio, he ahí la mejor medicina"; "La precipitación perjudica en cualquier asunto”; “Los prejuicios son la razón de los tontos”, etc. A lo que hay que sumar otra verdad de Perogrullo: “El que mucho abarca, poco aprieta”: apenas hay asunto del que, como un columnista actual o un tertuliano de moda, no tenga presta una opinión. Sin embargo, no hay que descontar la razón más noble y más importante de su falta de novedad, que aducen tanto Fernando Savater como Carlos Pujol. Muchas de sus ideas, opiniones y gustos han terminado imponiéndose. Buena parte de lo que él dice que nos parece evidente lo es porque él lo dijo.Con eso entramos al fin de lleno en los campos de su talento. En sus mejores momentos, encontramos un digno compatriota y casi un colega de los moralistas franceses:Todo cuanto nos incita a sobrevalorarnos nos pone siempre por debajo de lo que somos.
*Quien no dice la verdad, asquea; a quien la dice, lo lapidan. ¿Qué hacer?
*No me cuesta nada corregirme a mí mismo […] Si me tomo tanto trabajo para corregir palabras, ¿cómo no voy a tomármelo para corregir cosas esenciales cuando para ello basta un plumazo?
*Todo en este mundo es peligroso, hasta la prudencia.
*Con una mujer encantadora y a la que queremos, se está bien en todas partes.Esa capacidad de visión y de concisión, la complementa con un humor fino, a menudo frívolo, pero a veces auténticamente alegre y con un velo elegante de melancolía, además:Es verdad que mis De profundis son a veces muy alegres y los transformo en Alleluia. Me gusta bailar en torno de mi tumba, pero siempre bailo solo.
*Homo sum et vini nihil a me alienum puto.
*He perdido mis dientes. Muero al por menor.
*He dicho que todos los géneros me parecen buenos, menos el género aburrido.
*Hasta el día de hoy no he conocido a nadie que no haya gobernado algún Estado. No hablo desde luego de los señores ministros, que gobiernan efectivamente, los unos dos o tres años, los otros seis meses y otros seis semanas; hablo de todos los demás hombres que, a la hora de cenar o en su gabinete, exponen su sistema de gobierno y reforman los ejércitos, la Iglesia, la magistratura y las finanzas.
*El arte de la guerra es semejante al de la medicina: mortífero y conjetural.
Y en nada demuestra tanto ser poeta (y moderno) como en sus continuas cuestiones y preocupaciones metapoéticas. Ahí, él, tan atento a su propio estilo, hila muy fino:Cuánto debilitan los adjetivos a los sustantivos.
*Los que sólo leen a los antiguos son como niños que no quisieran hablar más que  a sus nodrizas.
*Hay que avanzar sobre el borde de un abismo, entre el desprecio y el odio. [En la carrera de letras, despertando, si se es malo el ridículo; si se es bueno, la envidia]
*Desgraciados quienes no se enmiendan, ellos y sus obras.
*La vida es demasiado corta para leernos de un tirón volúmenes gruesos.¡Mal hayan las grandes disertaciones!
*¿Qué es un poema en prosa sino una confesión de impotencia? ¿Ignoráis que es más fácil escribir diez tomos de prosa pasadera que diez versos buenos?
*Lo único bueno es lo que podemos volver a leer sin repugnancia.
*… Si yo no hubiera vuelto ameno el asunto, nadie se habría escandalizado, pero tampoco me habría leído nadie.
*Es la atracción del placer lo que debe guiarnos en todo. Desdichado quien escriba porque cree que debe escribir.
*Cuanto más se recorte, en la prosa, en los versos, en todos los ámbitos excepto en las finanzas, menos necedades se harán.
*Me atosigáis con que no hay que usar giros familiares. ¡Ay, amigo mío, son los resortes de este estilo! La uniformidad de lo sublime asquea: no debemos cubrirnos de diamantes el culo como se hace con la cabeza.Querido amigo, sin variedad nunca hay belleza. Ser siempre admirable es aburrir. Que me critiquen, pero que me lean.
*Quien habla mucho tiempo, habla demasiado, indudablemente. No sé de ningún discurso de oratoria que no tenga partes largas; pero cuando predomina lo bueno, hay que conformarse.
*Lo primero que hay que hacer cuando se quiere escribir, es pensar.
*¡Qué perro oficio es éste! Pero tiene sus encantos; y creo que la soledad atareada es la vida más dichosa.
A la nueva edición de Hermida Editores hay que estar agradecidos porque nos incita a darnos otra vuelta por Voltaire. Destaca por su atinada selección, que privilegia el aspecto aforístico y literario más que otras, atentas a la importancia histórico-ideológica. Quizá yo hubiese preferido una ordenación cronológica, para poder apreciar la evolución, pero hay que reconocer que organización por los destinatarios de las cartas favorece el rigor y posibilita la comprobación de las fuentes y del contexto. A fin de cuentas, Voltaire siempre es Arouet y cualquier camino es excelente para volver a visitarlo.Enrique García-Máiquez

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