
Después de sufrir un terrible accidente de tráfico, Anna (Christina Ricci) se despierta sobre la mesa de trabajo de una funeraria. Eliot Deacon, el director de dicha funeraria (Liam Neeson) le dice que no está viva, sino que se encuentra en la transición entre la vida y el más allá, y que él puede hablar con ella porque tiene la capacidad de comunicarse con los muertos.



De quitarse el sombrero es la interpretación de Liam Neeson, que borda en esta ocasión el papel de solemne embalsamador con una actuación sobria, contenida y ambigua, ya que en ningún momento conocemos realmente sus intenciones verdaderas. El otro pilar interpretativo del film, Christina Ricci, también raya a un nivel muy alto, quizás mejor que nunca, mostrando en pantalla un repertorio de estados de ánimo plurarl para lo que nos venía ofreciendo. De Justin Long ni hablo, ya que aquí repite el papel de sufrido novio como en Arrástrame al Infierno.


En definitiva, After Life es una película que intenta apartarse de los tópicos del género y realmente logra su propósito durante buena parte de la historia, jugando con la ambigüedad y el deambular entre posibilidades. Cuando menos, disfrutareís de una gran interpretación de Neeson y del juego de suspicacias que propone al espectador y de la incertidumbre argumental hasta el final. Además, es capaz de generar un pequeño debate y a mí, personalmente, no me dejó indiferente. Algo es algo.