… y belleza, mucha belleza. Si has pulsado play, al tiempo que estás leyendo estas líneas estás escuchando también “A Celebration For The Death Of Man…”, una breve pero épica canción instrumental de tambores casi ceremoniales, cristalinas guitarras acústicas y riff eléctrico contenido que, a modo de perfecta intro, abre “The Mantle”, el genial disco publicado en 2002 por la banda de Oregon, Agalloch. Si pudieras seguir escuchando (cosa que de momento no sucederá), te encontrarías con “In The Shadow Of Our Pale Companion”, una monumental pieza de casi quince minutos en la que la banda despliega todo su arsenal sonoro y nos descubre todas sus virtudes, a modo de perfecta definición del sonido que les caracteriza: una atmosférica y cautivadora combinación de influencias que van desde el folk (querencia que se mantiene imponente a lo largo de todo el disco) hasta el black metal, pasando por el progresivo, el post rock o incluso el pop; y que sonoramente se traduce en protagonismo de las guitarras acústicas de esplendoroso sonido, guitarras eléctricas mantenidas casi siempre en un segundo plano, voces guturales casi susurradas y limpias cargadas de melodía, eco y profundidad y una atmósfera oscura y envolvente que parece provenir de las mismas entrañas de la tierra. Y con todos esos parámetros continúan desarrollándose para nuestra gran suerte el resto de canciones del disco, y así, “Odal” es otra canción instrumental hermosa y etérea que se adentra en los terrenos del metal progresivo y en la que uno goza especialmente de la atmósfera de misterio y melancolía que transmite… Sus últimas y preciosas notas de piano seguidas por el sonido del viento cargado de lamentos preceden a la primera verdadera descarga de black metal del disco, “I Am The Wooden Doors”, en la que la batería, el doble bajo y los trémulos riffs eléctricos propios del género asumen el protagonismo desde el comienzo… pero es un black metal de death growls susurrados, de solos acústicos de guitarra y de ciertas reminiscencias de música medieval, a las que se suman además en su sección central unas voces limpias que invocan la toda magia de la melodía. Después de la tempestad llega la calma, y ésta se encuentra en “The Lodge”... suenan pasos sobre la nieve o sobre la hojarasca en busca de refugio, y éste llega en forma de rasgar de guitarras acústicas en el inicio de una canción sosegada, atmosférica y evocadora donde las haya en la que el contrabajo y el sintetizador llevan el peso junto con las citadas guitarras acústicas. “You Were But A Ghost In My Arms” nos devuelve a los riffs endurecidos y las voces guturales en una composición de black metal cargada sin embargo de melodía y melancolía, en la que para mí, el verdadero protagonismo reside a pesar de todo en unas voces limpias que tienen la profundidad y cadencia de unos cantos gregorianos, una especie de gregoriano duro que atrapa e hipnotiza desde el primer momento. Una verdadera gozada de canción, dura y melódica a un tiempo, que cede paso al cuarto tema instrumental del disco, “The Hawthrone Passage”, una canción oscura como todo este trabajo que sin embargo, a mi modo de ver, muestra la cara más pop de la banda, con una primera parte en la que en ciertos momentos (algunos me crucificarían si leyeran esto) incluso llegan a recordarme a The Cure y una segunda parte que crece en intensidad y en la que se me parecen a una banda indie de guitarras de los años noventa (aunque con trombón en su sección final incluido)… en cualquier caso una delicia de canción. Y llegamos así a “… And The Great Cold Death Of The Earth” una verdadera joya, una gloria de voces, de instrumentación y de composición, que retoma y desarrolla el motivo de la canción que abre el disco, de la que parece continuación, llevándolo a una explosión de duelo y melancolía que emociona y encoge con su oscura belleza el corazón del oyente… Y tras el duelo… tras el duelo sólo queda ya recorrer con serenidad el triste y resignado camino de la desolación, confortándonos y consolándonos con la belleza que aún perdura y con el recuerdo de la que alguna vez fue, llegando así, de la mano de unas voces susurradas, de la guitarra acústica, del acordeón y la mandolina de “A Desolation Song”, al final de este disco cautivador y envolvente, atmosférico y poderoso, triste y hermoso, de loas y lamentos por una naturaleza herida de muerte, pero aún viva, aún poderosa y portentosa. Y, ahora sí, terminemos lo que habíamos empezado.... And the great cold death of the earth