Revista Opinión

Agentes del cambio y participación política

Publicado el 20 julio 2012 por Vigilis @vigilis
No tenía ni idea de que ayer de ocho a nueve de la tarde estaba convocado a hacer la Revolución de Octubre. Supongo que no me enteré por no leer medios progresistas y de la izquierda alternativa. Pues vale. El caso es que me encontré a un montón de gente protestando. Los convocantes eran las centrales sindicales que pagamos todos y el objeto de su ira, el PP. Hasta aquí todo normal: bajas a hacer un poquito la revolusión y de paso das un paseo con los nietos o los hijos, ves a gente, confraternizas, al final te tomas una cañeja, etc. Un acto litúrgico social como cualquier otro.

Agentes del cambio y participación política

Plaza de la Palloza (Coruña).

La cuestión es que más allá del "sector movilizado", la gente protestaba contra la situación general de las cosas. Razones no nos faltan, ojo, por eso creo que esa protesta sí está justificada. Más allá de los objetivos políticos inmediatos de sindicatos del régimen y gremios súper-protegidos, está la gente normal y corriente a quienes la situación -medidas del Gobierno y medidas de otras personas- ya les toca bastante la moral. Cojo la brocha gorda: cada vez hay menos clase media y no hay ningún tipo de rumbo establecido para remediarlo. O no parece haberlo, lo que a estas alturas es lo mismo.
Desde luego que esos sindicatos -supongo que no todos, yo no tengo nada contra los sindicatos que sí hacen de sindicatos-, como uno de los graves problemas de este país, no son parte de la solución. Si tenemos una estructura laboral rígida, dual, con sectores fuertemente protegidos y la gente que defiende esto encima la pagamos todos (miles de millones en cursos de formación que no valen absolutamente para nada, subvenciones directas, herencia del patrimonio del Sindicato Vertical sin hacer preguntas, participación en consejos de cajas de ahorros, etc.), pues apoyarles sería un comportamiento suicida. Pero la otra gente, la otra buena gente de esta noble tierra, sí hace muy bien en protestar, en movilizarse, en hablar en la calle. Exigir explicaciones y que se tomen medidas es un sano ejercicio de madurez social. Lo aplaudo. Venimos de Grecia y Roma, del ágora y del foro, por eso ahí en la calle debemos estar (por eso mismo también me preocupan ciertas decisiones regresivas).

Agentes del cambio y participación política

Plaza de Orense (Coruña).

Dicho esto, lamento decir que quedarse en la protesta ayuda poco. Es una presión mínima contra los oligarcas. De toda la buena gente que protesta, ¿cuántos tienen tiempo, ganas o capacidad para meterse en procesos de participación activa política? Probablemente muchos funcionarios, unos pocos pensionistas y una mínima parte de los trabajadores por cuenta ajena (sobre todo aquellos ya metidos en organizaciones sindicales, asociaciones...). Lamentablemente, autónomos, empresarios, profesionales liberales y similares no tienen tiempo para ser agentes del cambio, o bien su coste de oportunidad es estratosférico. También esta gente suele coincidir con ser la mejor formada, así que será poco proclive a dejarse convencer de la participación política activa ya que sabe que el éxito en este campo depende de convencer a una masa que respira corrección política y vive en Miniprivilegiolandia.
Resumiendo todavía más: los agentes del cambio necesarios, son los más proclives a no ser agentes del cambio. La parte de la sociedad más necesaria en la participación y toma de decisiones, es la que menos dispuesta está a participar en el proceso público. No los culpo: trabajar duramente implica ver poco a la familia; si aún encima tienes que aguantar a cuatro mastuerzos con ideas locas, lo que quieres es huir muy lejos.
Esto de alguna manera tiene que cambiar. Hay que aprovechar formas de comunicación que no impliquen desplazamientos innecesarios, es preciso favorecer la comunicación entre gente dispuesta a escuchar. Se necesita establecer pautas por las que manejarse en el debate: antes de hablar de temas, dejar clara la importancia relativa de los temas. Es decir, actuar no como en el mundo de 1980, sino como en el de hoy. Lo primero es ir dejando de lado a los que defienden cambios bruscos e imprudentes y a quienes defienden que no cambie nada. Y a continuación, explorar las formas en que se puede atraer a esa parte de la sociedad refractaria de la política y ver cómo puede aportar sin un alto coste personal. De las herramientas a utilizar no hablo, porque no se trata de abanderar herramientas de cambio sino de cambiar la mentalidad en los agentes del cambio. Es decir, que una parte de la sociedad se involucre. Tenemos que hablar de cómo conseguir eso.
Más:
  • 43 licencias de tablaos flamencos en Santa Comba (Coruña). Es que esto no puede ser: no puede ser que los locales tengan que recurrir a piruetas legales para evitar pagar multas. Y como este, la de casos que hay por ahí. Todos conocemos ochenta mil, pero los callamos. Casos donde la prensa pone la foto del malo y ya. No, vayamos a las causas últimas de que sucedan estas cosas, a la falta de libertad y a los intereses de alcaldes normales con incentivos maléficos. Como ese alcalde al que le llega un paisano que quiere construir un cobertizo para las vacas y necesita 4.016 permisos de la ONU, de Bruselas, de la OMT, de la Diputación, del Colegio de Arquitectos, de la banda de gaitas local... para que el fulano pueda poner cuatro ladrillos. Al final, el alcalde le dice al paisano que vaya construyendo que el papel ya llegará y un concejal de la oposición picado le denuncia por prevaricación.
  • Se reduce el sodio y la grasa en la carne. Cuando los científicos sociales se marcan estos objetivos yo me pregunto si piensan en las consecuencias. Esto es como lo de reducir el azúcar en los refrescos para que los niños no estén gordos: al final engordan más, porque beben más refrescos que no tienen suficiente azúcar. Genios.
Nuts!

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