El sábado pasado en Babelia, Antonio Muñoz Molina hablaba de las relaciones entre alcoholismo y literatura. De esto debía saber mucho el patriarca de los Weston, que recibe al espectador con un discurso cínico, amargo y desapasionado acerca de su condición de alcóholico y de amante de los libros, algo que le ayuda a soportar la vida junto a su mujer, Violet (Meryl Streep), una mujer golpeada por una juventud muy difícil y que no ha sabido adaptarse a una relativa prosperidad en su madurez. Aquejada por un cáncer bucal, se ha convertido en adicta a toda clase de pastillas y medicamentos. Su enfermedad no le impide mantener una lengua viperina, más bien todo lo contrario.
La muerte del patriarca va a ser la excusa de una reunión familiar en la que las tres hijas y el resto de parientes van a protagonizar situaciones que van desde el ambiente tenso hasta un auténtico combate dialéctico y casi pugilístico. La impulsora de los mismos va a ser Violet, que está de vuelta de todo y se divierte removiendo los rescoldos del pasado y haciendo daño a sus propias hijas. Para bien o para mal, Meryl Streep es la gran estrella de la función y ella asume con naturalidad ese protagonismo componiendo un personaje que debe mucho (a mi entender) a algunos de los mejores que interpretó Bette Davis. Streep, secundada por un grupo de excelentes actores, resume lo mejor y lo peor de esta película: por un lado su valentía al exponer los trapos sucios de la familia sin pelos en la lengua (una vocación de la obra original de Tracy Letts) y sin edulcorar ni una sola palabra y por otra, su tremendismo: una cascada de revelaciones, cada una más impactante que la anterior, van apabullando al espectador hasta el punto de que uno no sabe que pecado, de los muchos que se exponen durante las dos horas de metraje, es el más terrible.
Agosto es una propuesta sugestiva y valiente, con un marcado acento teatral, lo cual también significa que está dotada de una libertad literaria que no suele encontrarse en el encorsetado cine de Hollywood. Es difícil encontrar una obra más desasosegante, que apele a la madurez del público e intente hacerle cómplice de una negrísima visión del mundo. En esto último en lo que creo que falla la película de Wells: uno acaba desapegándose de los múltiples conflictos de los Weston, en cuyo seno familiar parece haberse instalado una desgracia de corte shakesperiano, como si llevar la sangre de esa familia significara estar abocado a un fracaso irremediable. No obstante, es muy recomendable acercarse al cine y disfrutar de la interpretación de Meryl Streep, Julia Roberts, Benedict Cumberbatch y el resto del reparto. Aunque Streep resulta muy cargante en algunas escenas, consigue lo que pretende con el papel: resultar irritante, ofensiva y odiosa. Y lo que es peor, es capaz de expandir esas virtudes a todo el que está a su alrededor. Todo en Agosto nos recuerda que vivir es mucho más difícil de lo que se nos dice y que la desgracia puede acechar a la vuelta de la esquina.