Revista Viajes

AGOSTO 2017 (IV) Escaparse a Galicia y ría de Vigo.- ¿Quién se resiste a comer unas ostras, almejas y rodaballo salvaje?

Por Salpebu

AGOSTO 2017 (IV) Escaparse a Galicia y ría de Vigo.- ¿Quién se resiste a comer unas ostras, almejas y rodaballo salvaje?

Marea baja ría de Vigo, en Arcade

Ya estábamos dos días confortablemente alojados en la Casa da Reina; ya habíamos visitado Viana y sus “Alturas” (santuario de Santa Luzia); ya habíamos sufrido el frío ventarrón atlántico en la cercana playa de Amorosa. No quedaba, pues, más remedio, que soñar con los buenos mariscos gallegos, y no porque no los hubiera (de otra clase, aunque abundando más el pescado) en nuestra zona, sino porque los recuerdos de los alrededores de las rías de Vigo y Villagarcía se nos convertían en delicioso capricho.
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Así pues, un poco por huir del viento y otro poco por movernos algo, decidimos dejar Viana do Castelo, y por la A-28 (autopista de peaje, aunque libre de él hasta Vila Nova de Cerveira) llegamos en una media hora hasta el río Miño, buscando la frontera hacia Tuy, sin necesidad de bordear Valença do Minho
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(siempre con tantos turistas entrando y saliendo), para alcanzar España – apenas si se nota, y menos después de que los gamberros hayan manchado el signo de la EU que indica España, con la mención de grafiti “Galiza”).
En Tuy ya seguimos la carretera N-550, hasta llegar a Vigo, que cruzamos por su centro, comprobando que ha sido muy renovada como ciudad, y seguimos por la misma carretera, bordeando la ría, hasta llegar al estrecho de Rande, con la península del Morrazo a la izquierda y al otro lado de la ría, hasta llegar a Arcade, la zona del municipio de Soutomaior que recae al mar. Comprobamos, recorriendo la carretera por todo el núcleo urbano, que muchos de los restaurantes y ostrerías que conocíamos estaban cerrados, pero
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descubrimos otros y hasta nos acercamos (descendiendo) hasta el coqueto puertecito, en el que también había restaurantitos con sugestivas ofertas, aunque finalmente regresamos a la zona junto a la carretera, en la que el restaurante/ostrería “El Anzuelo” nos convenció por su relación calidad/precio.
Y a fe que acertamos, porque dimos buena cuenta de unas deliciosas ostras, almejas a la marinera, rodaballo y lenguado, de exquisita calidad, regados con un buen vino albariño, que nos dejaron bien satisfechos, valorando especialmente la calidad excepcional del marisco y los pescados de la zona, si bien los precios ya han ido alcanzando parámetros excesivos.

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Valença do Minho: río desde la fortaleza

Para regresar, optamos por llegar hasta el puerto de Vigo, recorriéndolo hasta alcanzar la carretera a Bayona y Nigrán, en las que sufrimos los atascos propios del exceso de veraneantes, y de los que no nos libramos hasta llegar a A Guarda, en el lado español de la desembocadura del río Miño.

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Casa da Reina: Porche frente a cocina

Para cruzar a Portugal, optamos por el puente internacional junto a Valença do Minho, bonita localidad (especialmente afamada por sus ventas de textiles), en cuya fortaleza entramos a través de las angostas puertas de granito, y donde después de un calmo paseo por sus históricas y tradicionales calles, caímos, ¡cómo no!, en comprar unas bonitas toallas de baño para media familia. La caída de la tarde nos contempló regresando a ”nuestra” Casa da Reina, en la que aún disfrutamos de un buen vino de los de producción propia, y mantuvimos una interesante y amena tertulia con los vallisoletanos María Eugenia y Pedro y los madrileños Sara e Iván, con quienes se instauró una bonita
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amistad que dio pie a cálidas tertulias e interesantes cambios de impresiones en días sucesivos.
El buen descanso en nuestra habitación/suite nos permitió seguir degustando en sueños lo que habían sido las delicias gastronómicas del día. ¡Y seguíamos sin pasar especial calor!SALVADOR DE PEDRO BUENDÍA

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