Un día me enteré que "Agradecido", de Rosendo, había nacido de una rabieta con sus productores. O sus mánagers. No lo recuerdo bien. El caso es que uno escucha esta canción y de alguna forma ve la rabieta en cada grito roto del genio rockero de Carabanchel. Ese grito nacido de la rabia y la ironía, aunque rabioso e irónico, es una declaración de intenciones. Es un grito que cuesta escucharlo sincero en el momento en el que toca agradecer de verdad.
Publiqué hace escasas horas que la situación actual y pasada de Suárez es una triste metáfora de nuestra democracia, a la que cada vez hay menos gente agradecida de verdad y muchos que lo hacen con sorna y rabia, cuando no con conformismo, porque es lo que toca. La llama de Adolfo se está apagando, pero se apaga la persona. Al mito lo apagaron hace mucho tiempo. Y no sé si la democracia se está yendo con él. La verdadera.Conste que siempre he creído firmemente que Suárez me parece un mito nacido del oportunismo, de una situación de carámbola tan llena de casualidades que bien parece que estuvieran programadas para ser más causales que casuales. Un hombre criado políticamente en el ocaso de un régimen que se oxidó con el tiempo y del que fue una figura importante a la vez que secundaria en su papel de secretario general del Movimiento falangista. Un hombre que buceó por aguas turbulentas y salió a respirar cuando mejor aire había. Pero lo hizo. Consiguió derribar un edifico que ya estaba en ruinas y conciliar un país que empezaba a serlo más que antes.Anasagasti lo definió hace poco en televisión con una palabra: valiente. Creo que no hay ninguna que le defina mejor. El falangistilla provinciano oportunista lo hizo. Fue el timonel, oportunista o no, de un tiempo necesitado de héroes. Pero héroes conciliadores, no héroes de trinchera y fusil. Eran tiempos de héroes templados, sin extremos. Suárez lo fue. Sin más. Lo podemos considerar tantas cosas y ponerlo en tantos contextos como queramos, pero la historia solo recordará los hechos que le convirtieron en mito al margen de cómo llegó a serlo.El falangistilla provinciano hoy se apaga, pero el mito se apagó hace mucho. Lo apagaron. Lo desecharon cuando dejo de ser una herramienta útil y acabó en el ostracismo de los políticos, ese donde el teléfono no suena tanto como antes y uno se convierte en lo que quizás nunca quiso convertirse.Una vez me dijeron que España es demasiado especial hasta con sus héroes. Que cada persona tiene los suyos pero que en grupo es difícil que todos elijamos a uno. Creo que vivimos nuestro pasado con un apego tan derrotista y miserable que nos impide ver que los héroes no tienen por qué dar su vida por una idea, y que cuando no lo hacen, se buscan más enemigos, defectos, que simpatizantes y virtudes, porque aunque la causa sea injusta, parece que hay que morir por ella. Creo que vivimos la heroicidad como los clásicos, que encumbraban al héroe después de muerto, quizá porque somos tan latinos como nunca y como siempre, o quizá buscamos nuestro héroe personal y no el que nos caracteriza como quiénes somos como sociedad. Como persona nacional. Como Washington en Estados Unidos, Gandhi en la India o Mandela en el África negra. Tenemos demasiados héroes de capa y espada, del orgullo por la lucha a muerte, pero pocos por la lucha de la concordia absoluta. La que se hace sin armas. O con armas que no tienen por qué matar.Para muchos, Suárez fue de todo menos un héroe. Para mi lo fue. Fue oportunista, viejo falangistilla arrimado. Pero lo hizo. Fue un valiente. Estuvo y lo hizo. Y otros no. Por eso le digo, hoy y siempre, con sinceridad, lo que se merece. Lo mismo que Rosendo dijo con rabia. Prometo estarte agradecido.