En una entrevista reciente, Punset se mostraba agradecido al cáncer que acababa de superar por las muchas enseñanzasque le había reportado.Hace poco, alguien me hizo llegar uno de tantos libros sabios que han caído en mis manos durante estos meses. Se trata de La enfermedad como camino y en él se intentan desentrañar los mensajes que esconden diversas dolencias.
Escribo hoy como el que se despertó con fiebre, llamó a la oficina para disculparse y se volvió a la cama… pero después de un par de paracetamoles encuentra que se siente mejor con todo un día por delante para disfrutar, ajeno al yugo laboral. Es habitual echarse en el sofá y pasar el día viendo películas mientras el mundo, ajeno a tu conjura, sigue girando sin molestarte. La película que contemplo en estos momentos es la de mi vida y el mensaje de la depresión que estoy superando no puede ser más agradecido.
Agradecido por obligarme a parar: por detener la locura empresarial que amenazaba con convertirme en quién nunca quise ser. Agradecido por descubrir que la gente que me quiere lo hace, como debe ser, por encima de lo esperado. Tanto mi familia, como los amigos cercanos, como otros, inesperados, que han ido surgiendo, ofreciéndome su aliento a lo largo de esta travesía. Agradecido por enseñarme áreas recónditas de mi mismo que pensaba enterradas pero gozan de buena salud. Agradecido, por desvelarme que la victoria consiste, en ocasiones, en saber cuando rendirte; que la línea entres casualidad y causalidad es difusa; que el método científico no es sino uno más (ni siquiera el más eficaz) de los modos de conocimiento. Agradecido por arruinarme y descubrir el justo valor de las vicisitudes materiales. Agradecido por ayudarme a limpiar mi agenda de elementos perjudiciales. Agradecido por reencontrarme con mi cuerpo al que he maltratado a base de bien, sin morir en el intento. Agradecido de tener, una vez más, la vida por delante.
Y al sol. Por seguir saliendo aunque dentro fuera de noche, muy de noche.