Revista Opinión

Agricultura y problema de España

Publicado el 12 marzo 2013 por Vigilis @vigilis
Pan, vino y aceite. Las tres patas de la alimentación en la península ibérica desde hace mucho tiempo. Las diferentes variedades de cereales (trigos, cebadas, centenos, avenas...), los distintos tipos de uva (garnacha, tempranillo, verdejo...) y los diferentes tipos de aceite de oliva; tienen en común que se requiere poco esfuerzo para su cultivo. No podía ser de otra forma. Si requirieran una agricultura intensiva, jamás hubieran formado parte de nuestra dieta sino desde época más reciente.
Ocurre algo similar en otras partes del mundo. Básicamente, el mundo se divide en trigo, maíz y arroz. Trigo en el Mediterráneo, maíz en América y arroz en Extremo Oriente. Yo todavía soy de los que piensan que la civilización no sería posible sin la agricultura.
En España, la explotación del suelo se mantiene más o menos inalterada a pesar de la llegada de los bárbaros. Es cierto que incluso antes del siglo V, ya hay ciertas transformaciones en la península. España no es ajena al proceso de transformación de las instituciones económicas romanas. Los potentados que vivían de las rentas de sus villas rurales (y de especular con las viviendas en las ciudades que empezaban a estar amuralladas) creo que van siendo cada vez un grupo más reducido.
En los tiempos más opulentos, los romanos ricos eran muy ricos. Inmensamente ricos. Un potentado podía tener varias villas. Las villas, como unidades de explotación agroganadera, eran agregaciones de varios cientos de personas en algunos casos y varias hectáreas de cotos de caza, tierras de pasto y cultivos. Cuando uno de la clase alta romana ve que puede mantener su poder haciéndose conselleiro u obispo, sus villas, de alguna forma que desconozco, pasan a ser las aldeas medievales que conocemos. Mágicamente de casas encaladas con tejados de teja, pasamos a casas hechas de cantería, y gente que viste pelliza.

La visión medieval que triunfa hoy

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En la Antigua Grecia, hacía calor.

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En la Edad Media hacía frío (sé que está un poco cogido por los pelos el ejemplo de la Casa Stark, pero es lo que hay).

Es muy raro que en las descripciones, la Edad Media aparezca como una época más fría que la Edad Antigua. No hablo de óptimos climáticos ni de verduras en vinagre: la Edad Antigua dura un buen puñado de siglos, la Media, mil años (excepto en algunos sitios, que dura hasta los JJ.OO. de Barcelona 92), las variaciones climáticas pueden extenderse a lo sumo durante tres siglos (aquí dicen que del X al XIII). Con este inciso quiero decir que mis fuentes parecen incorrectas respecto al contexto climático. (Nota: mis fuentes pueden ser dibujos animados e invenciones no contrastadas que me parecen razonables). No tiene sentido que de pronto hiciera frío.
Ah, y lo de la gente sucia. Supongo que está relacionado con el frío y la lluvia. En la Edad Media, la gente tenía la cara manchada de barro. En la Época Romana, aunque fueras un miserable esclavo agrícola, más o menos estabas presentable.
Bueno, y ya que estoy, aprovecho para soltar otra: lo de leer. Los romanos ricos (los tres que había), leían mucho. Incluso compraban esclavos listos para que escribieran y declamaran. Por otra parte, los medievales ricos eran unos gordos barbudos que sólo salían a cazar venados y a violar campesinas. Que alguien me lo explique, porque yo no me fío mucho de esta visión.
El romanticismo medieval
No siempre fue así. Hace menos de doscientos años, la visión era diferente. Griegos y romanos siempre tuvieron la condición de ser Precursores. Sin embargo, en el XIX, la Edad Media tenía buena prensa. Las ruinas medievales eran dignas de admiración, no simples remedos de la época anterior. Los relatos de doncellas y caballeros eran el equivalente a las telenovelas. Hacer cosas por honor molaba bastante. Incluso la gente levantaba iglesias a imitación de los estilos medievales (por ejemplo, la catedral de Nueva York).
Autarquía visigoda
Volvamos al tema que nos ocupa. En España las aldeas medievales no son exactamente iguales por todo el país. Para levantar una casa, como transportar el material sale carísimo, necesitas usar los materiales que tienes a mano. Esto no siempre fue así (los egipcios traían las piedras de muy lejos, según leí en un cuento de Asterix). Parece que en la época romana, algún material sí se podía transportar de sitios relativamente lejanos (sobre todo, material de lujo como el mármol, cristal o cerámicas de decoración cocinar y beber). Pero algo debió suceder al final del Bajo Imperio para que los transportes y las comunicaciones decayeran.

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Maravilloso, ¿dónde hay que firmar?

Así, parece que hay algo que podríamos llamar repunte de la autarquía. En algunos sitios se da más fuerte que en otros. Los puertos tienen la ventaja de ser una vía de comunicación más rápida que los caminos (ojo con los piratas). En cierto modo, es como si la Guardia Civil (romana) dejara de patrullar las vías interurbanas. Claro, esto es un fastidio, porque un lugar tan vacío y escarpado como España, es tierra abonada para toda clase de bandidaje. En ciertos sitios, la falta de seguridad no está relacionada con el bandidaje (una banda de asalta-caminos no va a tratar de atacar un poblado: la gente del pueblo son más cantidad y al menos tan bestias como ellos), pero sí con el medio natural. Los movimientos de población, la falta de un crecimiento económico sostenido y el abandono del cuidado de tierras (recordad: las villas se vuelven aldeas, ya no tienen que trabajar para un señor) hacen que para un pueblo los animales salvajes sean un problema. Es por eso que los hispanorromanos, pasan a habitar castros que suelen situarse en lugares de fácil defensa.
Lo malo es que estas posiciones defensivas no se estilan en el sur. Los lugares más civilizados y avanzados como Andalucía, son objetivo fácil para un nuevo invento que traen nuestros amigos los moros: la caballería ligera. Muy ufanos, la gente del norte tan solo tendrá que vérselas con gente que lleva cuernos en los cascos (bueno, y como el resto; también se las tendrán que ver con la enfermedad, el hambre y la desnutrición crónica).
Cenobitas terratenientes
Guerra y bandidaje no son los mejores compañeros de la agricultura. Sin embargo, no todo se perdió gracias a un hecho asombroso: los anacoretas se volvieron cenobitas. Los monasterios, desde época muy temprana, pasaron a ser las instituciones de explotación de la tierra más efectivas. Protegidos por Dios, podían progresar sin molestos vasallajes. Hasta tal punto cosecharon éxito, que se volvieron los primeros terratenientes del país hasta hace poco más de cien años. No está mal.
En plena Edad Media, hay un hecho que me sorprende: la forma en que los monasterios llevaban sus cuentas. Eran dueños de diversas propiedades en lugares muy alejados, sin embargo, los testimonios que nos llegan, nos presentan cuentas hechas al dedillo. Vaya, parece que la gente del medievo no era tan bestia ni tan analfabeta. Parece que, como poco, una minoría sí era culta y no sólo eso, sino que con el mismo ímpetu que los romanos, construyeron obras públicas. Ahí están las torres costeras de defensa frente a las incursiones normandas o las murallas de defensa frente a Almanzor.
Moros
Ah, el bueno de Almanzor... Los moros, al llegar a la península, no es que se mezclaran en gran número y nos comunicaran su alta cultura. Es que pasaron a ser la nueva clase alta (legitimidad de conquista). Por lo tanto, clase urbana. Por lo tanto, ocio. Por lo tanto, escribir poesías, tocar el címbalo y oler perfumes. Lo normal. También los cristianos, cuando podían permitírselo, se dedicaban al solaz: en las ciudades italianas no dejó de haber demanda de cultura refinada, y Aquisgrán, que era una aldea para ricos cortesanos, tenía baños públicos.

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Aljibe, Cáceres. A diferencia que los cristianos del norte, los moros trataron de buscar nuevos modos de explotación del agua. Y esto tuvo su aplicación agraria.

Esto no quiere decir que no hubiera aportaciones en el modo de trabajar la tierra. Los moros dominaron la España de la agricultura del regadío. Estos cultivos pueden ser variados con relativa sencillez (no como los de secano). Los impuestos se recaudaban en especie, pero al variar los cultivos, la recaudación se complicaba (Soto y Jover, 2003). La historia del hombre es la historia de evitar pagar impuestos.

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Acequia.

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Albercas.

La rotación de los policultivos andalusíes (lino, cáñamo, frutas...), trajo una consecuencia inesperada: de pronto había muchos productos distintos. Con lo que aparecen mercaderes y mercados. La poca cantidad de infinidad de productos y sobre todo, el no poder prever qué productos se pondrán de moda la temporada siguiente, hacen que las autoridades moras dejen de cobrar impuestos en especie y directamente pongan a un moro con cimitarra a la puerta del mercado para recaudar en moneda de la que suena (Retamero, 2000). Esto a su vez, hace que la autoridad tenga monedas, y no sacos, así que puede invertir en la mejora de estos mercados y en aumentar los recaudadores de hacienda.
Mientras estos moros hacían turrones y comían cuscús (y de paso inventaban el postre dulce e instituían el plato de cuchara antes del plato sólido, costumbres que han llegado a nosotros), en el norte, la situación era diferente.
El viejo norte
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Con una situación orográfica más complicada y, de momento, con una caballería ligera enemiga que podía lanzar ataques furtivos para los que no había defensa en campo abierto. Los norteños tuvieron que sacrificar la posibilidad agrícola por las explotaciones ganaderas. Las aldeas vivían de la subsistencia y luego había una clase de gente semi-nómada que acompañaba a su hato según soplara el viento.
Según avanzaba el partido de rugby y se pudieron comenzar a asegurar generosas porciones de tierra. A aquellos rebaños de bueyes o caballos, se les encontró un mejor uso que simplemente ser cuero y carne: ser animales de tiro. Tener animales de tiro y grandes extensiones de secano (trigo), hizo que los cristianos que venían del norte, lograran la Reconquista. Se me acaba de ocurrir esta idea y me parece bastante buena. También es verdad que las cosas no tienen causas únicas —salvo la Creación, claro—, pero intuitivamente parece que tiene sentido: quien tiene una mejor dieta, gana la guerra. (Ya sé que a algunos os parecerá una estupidez, pero hoy en día están de moda los libros monotemáticos, no las colecciones de tomos que daban datos y te obligaban a sacar conclusiones, así que como idea a desarrollar, no está mal... en términos editoriales).

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Rendición de Granada, de Francisco Padilla (1882).


Tras el partido de rugby
Sabemos que a lo largo de los siglos, los cristianos fueron colonizando tierra inhóspita. Más éxito que en Tierra Santa, tuvieron en España. Lugares llenos de leyenda y animales mitológicos, como Sierra Morena o Extremadura. Pues allí iba la gente, confiando en tener un buen pedazo de tierra en la que trabajar y que no les lloviera tanto. Sospecho que la migración lenta y constante, trajo consigo los métodos de explotación del suelo norteños. Al estar en climas más cálidos, no pondrían demasiados reparos en hacer suyos los desarrollos andalusíes de regadíos y depósitos. En algún momento, un paisano miraría los restos de un acueducto romano mientras cavaba una acequia preguntándose quién era tan tonto como para poner un puente a ninguna parte. Y usando sus piedras, de paso.

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Hasta hace nada, este es el aspecto que tenían las ciudades.

Resulta muy curioso que cuando acaba la Reconquista, haya un crecimiento desigual en la población urbana. Este fenómeno se da tanto en el norte como en el sur, luego debemos descartar las condiciones de paz como chispa iniciadora. Un libro escrito por un paisano, indica que en los siglos XVI y XVII se mueve más población que en los ocho siglos anteriores. Una ciudad como Sevilla, puerto espacial al nuevo planeta recién descubierto, contaba con 6.600 habitantes en 1530 y pasa a 18.000 en 1594. Cádiz, que era una aldea de 470 habitantes en 1530, en 1646 pasa a tener 1.500 habitantes censados. Coruña, igual que Cádiz, pasa de 545 a 1.400.
Sin embargo, en la vieja Castilla el proceso es opuesto. Una ciudad relevante como Medina del Campo, pasa de 4.000 habitantes en 1530 a 650 en 1646. Valladolid, de 6.700 a 3.000 en el mismo periodo. ¿Tuvo algo que ver la expulsión de los moriscos? Teniendo en cuenta que la pérdida de población se ceba con las ciudades del interior de Castilla, no lo creo.
Con perspectiva se ve que en el XVI comienza uno de los fenómenos que han marcado la historia de España: el despoblamiento interior. Fenómeno que nunca fue corregido. Y viendo lo que hay, nunca lo será. La pérdida de población interior va pareja al éxito de las zonas costeras. Esto tiene consecuencias en el ámbito de las comunicaciones, en las influencias foráneas sobre la población local y en las relaciones competitivas entre territorios y clases.
Hasta aquí, que esto se hace muy largo y luego no me cenáis.
Referencias:


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