Revista Psicología

Ahora o nunca

Por Irisz
¿Si yo no estoy por mí misma, entonces quién estará? ¿Si sólo estoy y me preocupo por mí misma, qué clase de persona soy, qué valgo yo? ¿Y si todo esto no lo hago ahora, entonces cuándo lo haré?
Son tres preguntas bien profundas de un maestro antiguo de Talmud llamado Hillél. Os invito a reflexionar sobre ellas, pidiéndoos sólo una cosa: sinceridad infinita en vuestras respuestas.

¿Quién se preocupará por mí, si yo no lo hago?
Antes de contestar a esta pregunta, es importante, que reconozcas una verdad dolorosa: nadie sabrá nunca jamás vivir tus sentimientos, sólo los suyos propios.
Cuando yo te acaricio, nunca voy a saber cuáles son tus sensaciones, cómo te sientes mientras. Lo único que podemos conocer son nuestras propias experiencias. Puedes contarme las tuyas, pero yo nunca voy a entenderlas, nunca en la misma interpretación como la tuya. Yo soy la única, a quién puedo conocer por dentro. Es hora de empezar pues tomarme a misma en serio.
Cuando somos niños pequeños todavía sabemos lo que es bueno para nosotros y lo que no es, lo que queremos y lo que no. Sin embargo con el tiempo la influencia social y familiar y la educación escolar nos privan de esa capacidad.
– Hace calor aquí! – dice el niño.
– ¡Tontería! Hace fresquito aquí dentro, no te quites la chaceta. – replica la madre.
La frase más sencilla puede causar sentimiento de vergüenza en el niño, se cree que es él quien se equivoca, que no hace calor y que acaba de decir una tontería, porque su mamá es indefectible… y poco a poco empieza a perder su relación con la realidad. Aprende a no decir lo que quiere, empieza a mentir para defenderse. Miente, porque ha aprendido, que su propia verdad no es la bastante buena. Dice exactamente lo que sus padres y/o su entorno quieren escuchar. ¿Por qué lo hace? Porque para un niño es extremadamente doloroso descubrir, que sus padres no son sus amigos. No quiere reconocerlo, es más, para defender a sus padres, prefiere creer, que él es el malo. Si aceptaría el hecho, que sus padres no le toman en serio, sus padres de repente se convertirían en sus enemigos.
Y para no tener que enfrentarse con el dolor, que esto le causaría, elige ocultar lo obvio.
Uno tiene que ser increíblemente fuerte y valiente para expresar y/o para asumir lo que está en nuestro interior. A menudo es más fácil mostrar lo que otros quieren ver, hacer lo que otros desean, lo que esperan de nosotros.
Incluso, después de un tiempo empezamos identificarnos con deseos, que no son nuestros y creemos que el deseo de la otra persona es la nuestra. Es locura pura, pues hasta un organismo mono celular sabe mejor lo que quiere que nosotros: busca la luz, porque sabe, que la necesita.
¿Para el ser humano por qué es tan complicado descubrir, aceptar y asumir sus propios deseos, lo que le satisface de verdad? 

¿Si sólo estoy por mí misma, sólo me esfuerzo por mí misma, entonces puedo ser una persona valiosa?
La segunda pregunta de Hillél nos invita reflexionar sobre nuestra posición en nuestras relaciones humanas, sobre ¿dónde nos ponemos en la escala jerárquica? Primero tenemos que cuidarnos de nosotros mismos y sólo después de los demás. El orden de sucesión es importante, primero yo y después las otras personas. Si cambiamos la sucesión, nunca podremos vivir en plenitud. Cenicienta por ejemplo no pudo cumplir sus deseos, necesitaba de una hada (una coach) quien le dijera: “¡Vete a bailar! ¡Qué les den a tus hermanas!
Es importante no confundir la ayuda con el sacrificio de sí mismo. Puedes es posible tratar bien a ti mismo, seguir tus propios deseos y en el mismo tiempo con tu energía sobrante apoyar a otros también. No es obligatorio sacrificar nuestra vida, sin embargo para muchos esto parece ser el camino más fácil.A menudo se dice: “Estoy aquí, para cumplir tus deseos.”
Es puro sacrificio, más aun masoquismo. ¿A quién le beneficia eso? Para qué nos sirve, si después de morir la gente dice: “El pobre, era muy buena persona.”
¿Para qué sirve ese tipo de sacrificio de uno mismo?
Para nada. No cuidarse es irresponsabilidad. Quién vive de esa manera, tiene miedo.
¿Si no ahora, entonces cuando?
Pensamos, que nos sobra tiempo. ¿Pero qué pasa si en dos minutos nos sorprende la muerte? En cualquier momento podemos morir. ¿Por qué es tan difícil pues vivir? ¿Vivir de verdad? ¿Estar bien con nosotros mismos?
Por el miedo. El ser humano tiene tanto miedo de la vida y del amor como de la muerte. La mayoría de las personas teme muchísimo de ser aceptado y querido. Ya que en el amor no hay control. Si una vez decides entregarte a él, desde este momento todo depende de que la otra persona te ama o no.
Si nos aman, nos aterroriza la idea, que tal vez dentro de un día, una semana o un año ya no nos amarán. Es un estado de dependencia, sin embargo la dependencia no tiene por qué ser negativa. A fin de todo dependemos del oxigeno, del agua también. Estar en dependencia no es algo trágico. Sin embargo tenemos pánico de que alguien nos ame, porque detrás de la frase “Te quiero” a menudo sentimos, que el otro pretende algo más, que hay algún interés. El amor incondicional es desinteresado, si te amo, quiero dar; lo que quiero, es que tú te sientas bien y no espero nada a cambio.
También tenemos miedo de decir lo que pensamos, lo que deseamos de verdad, por miedo a si lo hacemos, ya no nos van a querer. No nos van a necesitar. Hay una diferencia enorme entre actuar por amor o por miedo. El amor no hace daño a la otra persona, el amor la deja en paz; el amor no es deseo, no desea nada de nadie, el amor es esclavitud voluntaria…
(Inspirado por una entrevista con András Feldmár psicoterapeuta. )


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