Nelly recorría lanzada las aceras en ese momento, con sus piernas largas y atléticas y aquellas energías de princesa de barrio. Aquel iba a ser un día divertido. Gennaro, al fin, se había avenido a colaborar en la gran broma ¿Verdad que era fantástico darle una lección a Clarisa, la sabionda odiosa? Sabía que estudiar no era lo suyo y necesitaba a Clari, pero aquella displicencia con que la ayudaba le estaba resultando inaguantable ¡Y encima le presenta a un posible novio y va y la llama “consiguehombres”, como si tratara con la regente de un prostíbulo, si sería…!
-¡Nelly, espera! -oyó que gritaban detrás de ella. Era Gennaro, que salía de una boca del metro en ese momento.
-Uau, Gennaro, pero si venías detrás. Venga, dame un besote primero que nada. Te estás ganando el cielo y eres un bendito mártir ¿Aún no te ha picado la “halcón”? Ja, ja, ja, ja, ja. -Lo agarró del pelo, sabiendo que luego estaría peinándose media hora, y le estampó un sonoro beso plantándole una mano en los genitales.
-Uuh, para, mujer, que nos ve la gente. Venga, a ver si pillamos sitio en el Panamá, que aún falta una hora para que llegue Clari al Caesar -Gennaro se atusó el flequillo aprovechando un escaparate.
Una vez ya sentados en el Panamá, Gennaro pareció ceder y se relajó visíblemente, como si se hubiera liberado.
-Joder, qué coñazo de mujer, la Claritonta de las narices. Qué conferencias me suelta la tía. Ni te imaginas como debo aguantarme el sueño. Menos mal que le gusta tanto escucharse que ni cuenta se da de que bostezo. Eso sí, podría llenar enciclopedias con lo que sabe. Menos mal que no intenta meterme mano.
-¿No? Mis compañeras piensan que te sobetea hasta quedarse harta y que le lames la barbillita, ja, ja, ja, ja, ja
-Pero qué dices. Si hasta llegó a insinuarme si yo no tendría una tendencia homosexual oculta porque no la tocaba. Y encima, dice que me tranquilice, que soy “bello pero tímido” y que lo superaremos entre los dos. Jamás me dijeron nada parecido. La leche, Nelly, parece que no te importe que me de palmaditas en el culete.
-No, porque sé de sobra que ella no te gusta. Pero encima, hoy se va a terminar todo. Ya verás como nos reímos.
-Sí, vale. Entonces ¿Qué hago? ¿Quedo ahora luego con ella en la puerta del Caesar y enseguida nos vamos al hotel ese?
-Sí. Y tranquilito, anda. Vais ahora al hotel ese, al Continental. Y cuando tengas la habitación -que pagaremos nosotras- le dices que entre primero, que tú quieres que sea algo muy especial dado que es el primer encuentro romántico y tal y cual. Que quieres que se desnude encima de la cama y te espere, que has recordado que en recepción venden flores. Y me haces entonces una llamada perdida al móvil para que subamos nosotras, ja, ja. -Nelly hablaba con energía y con un brillo sádico en la mirada.
-Pero ¿Qué haréis, que habéis inventado? ¿Como te dejarán entrar al hotel?-preguntó Gennaro nervioso.
-Ja. Alquilé antes una habitación. Otra consiguió en un sexshop un pene gigante de plástico; una especie de globo que llenaremos de confetti, para que le explote encima. Y luego le haremos fotos que subiremos a Facebook, al Youtube, ya sabes, jajaja. Tú ya no tendrás que verla nunca, tranquilo. Con bloquear su número de móvil te basta. Y el curso ya se ha acabado, así que ya no necesito su ayuda en los exámenes.
-Ya. Ultimamente y cambiando de tema, me llamas bastante menos -dijo Gennaro acariciándole la rodilla.
-Ultimamente y entrando en el tema, he estado de exámenes de fin de curso -repuso ella aceptando, no obstante, la mano de el.
-¿Tú? ¿De exámenes? Pero si los robas del despacho del profesor y te los hace Clarisa antes, ja, ja.
-Pues no, majete, no siempre es así y muchos los apruebo por mi misma…
Gennaro la oía distraídamente mientras se arreglaba el flequillo, mirándose en el cristal que daba a la calle. Durante un breve instante creyó ver unos ojos negros como los de Clari superpuestos a los suyos, como si le mirara desde fuera. Del sobresalto se quedó rígido, pero en la calle no parecía haber nadie.
-¿Qué pasa? ¿Te picó un escorpión?
-Casi -le contestó a Nelly. -Me pareció ver en la calle a Clarissa…
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Se levantó Clarissa de su asiento en el metro y salió empujada por la marea de gente. Tenía una sensación rara al ir con adelanto a la cita con Gennaro y…un momento ¿Acaso no era aquel que salía a la calle por la escalera mecánica? No, imposible. Tranquilita, Clari, cada cosa en su momento.
Fue paseando por la avenida, fijándose como siempre en el Panamá, un pub que le gustaba bastante más que el Caesar. ¿Porqué narices querría el quedar siempre allí? Pero esta vez y como le sobraba tiempo, se acercó ociosa hasta el cristal. Dentro había poca gente y entre ellos una pareja. Ella era rubia y el castaño claro y…espera. Espera que eran Nelly y Gennaro, malditas fueran sus estampas. El le acariciaba una rodilla con deleite por debajo de la mesa, subiéndole por el muslo. Clarissa notó como si el estómago se le llenara de algo muy frío y se los quedó mirando fíjamente. En ese momento, el se giró hacia el cristal tocándose el pelo y ella se llevó un susto tremendo, interrumpiendo enseguida el acecho y echando a correr.
Y a correr y a correr. La avenida daba vueltas en torno a ella y se tropezó con varios viandantes, que le respondieron con alguna que otra barbaridad. No podía parar y enfiló por algunas callejuelas laterales en donde casi no había gente. Sentía que la cabeza le estallaba ¿Porqué quería llorar y no podía? Diantre, le parecía llevar un cartel que anunciaba a todos su verguenza.
Bastante rato después, tomó conciencia de que estaba sentada en un banco callejero, con el rostro lleno al fin de lágrimas pero con una decisión tomada. Iba a quedar -a pesar de todo- con Gennaro. El muy hijo de puta no la habría visto seguramente y, estúpido como era, pensaría que la podría torear. Al menos, se reiría de las mentiras que le soltara y también haría algo más. Llevaba un abresobres muy afilado en el bolso y quien sabe la de ocasiones que habría para herir a un cabronazo hermoso como el…¿Y qué hacer con su ya ex-amiga? La cuestión es que se sentía confundida porque tenía celos de los dos. Sabía con certeza que también le habría gustado acariciar el muslo de Nelly y el ya lo había hecho delante de sus ojos. Y sin tener que ayudarla en los exámenes. Ante todo, la atormentaba sentir esa atracción por ella sabiendo lo que ahora sabía.
Gennaro, por su parte, dejó la compañía de Nelly con emociones enfrentadas. Se había repetido a si mismo montones de veces que con las mujeres era el quien mandaba, el que ponía las reglas ¿Y de que servía? Al final lo habían atrapado ¿No estaba eso bien claro? Su amiga era una tejedora de redes que le había impuesto una novia rarita, a quien sabía que atraía físicamente, pero que le resultaba impredecible. Para confirmarlo, Clari le había mandado hacía un instante un SMS cortito: “Ven a los Jardines de Monforte, que ahora no hay nadie“. Y cuando le llamaba no respondía. Bueno, el hotel Continental quedaba justo detrás de los jardines, no había problema.
Adentrándose en el parquecito, la vio sentada medio oculta en un banquito casi invisible. ¡Demonios, si casi parecía parte de la vegetación, con aquel modelito verde oscuro! Y también se percató de que ella, con un aire muy distinto al mero aguardar pasivo de veces anteriores, lo esperaba. Se obligó a tranquilizarse, pero todavía llevaba encima el susto de ver su rostro en el cristal del pub ¿De verdad había sido ella? Si ya estaba aquí resultaba factible que antes hubiera pasado por delante del Panamá, tenía que andarse con cuidado.
Lo anterior quedó confirmado en cuanto la besó en la mejilla al acercarse. La notó salada y húmeda y supo que había llorado recientemente
-¿Te sientas aquí, a mi lado? -le dijo ella. Casi cubierta por un inmenso dosel de ramas, como un espíritu vegetal, tenía en ese momento una mirada rarísima, como extraviada. Gennaro supuso que estaría al acecho de alguna mentira suya. -Has llegado prontito tú también -Ella tenía el brazo izquierdo por detrás de el, que se había sentado. En la parte derecha tenía el bolso abierto y su mano colgaba dentro del mismo, lánguida pero acariciando un estilete afiladísimo. Sentía un vacío absoluto dentro de ella, que parecían llenar a ráfagas todas las decepciones y amarguras que había recibido en su vida. Herirle y marcharse sería todo uno…
-Me apeteció que nos viéramos aquí en vez de en el Caesar, como hacemos siempre. Creí verte delante de mí, al salir del metro. Tu chaqueta de aviador retro es inconfundible ¿no? ¿Es así como te expresas, Gennaro? ¿Construyendo una apariencia con lo más caro del mercado? ¿Haciendo que la ropa cuente sobre ti lo que a ti mismo no se te ocurre? Apretó el estilete al decir esto con cierta vehemencia.
-Epa, epa ¿Qué manera de recibirme es esta? Tengo una habitación reservada, Clari. Esto debiera ser un buen día y tú vas y te pones quisquillosa con mi chaqueta. Si no te gusta me la quito, a fin de cuentas hace calor. No es un pecado gastarte dinero en la ropa que te gusta ¿Te ocurre algo?
-Tienes razón. Lo siento y te pido disculpas. Imagino que me pone nerviosa entrar ahora en esa habitación contigo y pensar que hasta el momento no te has esforzado en demostrarme que tienes cultura, sensibilidad y sinceridad personal. O en que no tienes una especie de complejo de Edipo hacia mí. A mucha gente le pasa. Me encuentran paternalista y dominante.
-Eh, bueno, yo te encuentro atractiva y culta, Clari…
-Veenga, venga. -Interrumpió ella. -Para mí, la duda metafísica es porqué sales conmigo si te hago bostezar cuando te cuento cosas ¿Te crees que no me he dado cuenta, hermosura? Y no me digas que es por mi cuerpecito y mi cara. Me llaman la “halcón”, esa gente tan simpática de mi Facultad ¿no lo sabías? -Al decirle esto notaba que la amargura la llenaba más y más. El estaba relajado ahora y con un movimiento rápido le dejaría un buen tajo en aquella linda carita. Todo le importaba una mierda y el fulano que tenía al lado bien podía empezar a pagarlo. -A Nelly le atraes. Nos presentó, cierto, pero te miraba como si fueras comestible, jaja ¿No lo sabías? ¿No has hablado con ella últimamente? -Y ahora es cuando vendría la mentira de el, pensó. Ahora es cuando la sacaría de quicio con embustes y cuando ella lo terminaría todo con el acero afilado.
Gennaro no respondió de inmediato. La miró a ella un brevísimo instante, lo justo para darse cuenta de que una minúscula lágrima le brotaba de un ojo. Cuando habló lo hizo agarrándose fuertemente las manos, al tiempo que suspiraba y miraba al frente.
-Hablé con ella hace tan poco tiempo como media hora. Bueno, con ella no hablas sino que escuchas, porque en ese sentido sois las dos igualitas, Clari. Las dos me tomáis por un pelele con el que jugar. Tú me tratas como a un idiota superficial que quizá solo valga para un calentón. ¿Y tú te preguntas por mi “sensibilidad”? No la has apreciado porque no la has buscado jamás. Ah, y por otro lado, tu pupila Nelly te había preparado un bromazo de aúpa en la habitación del hotel, contando con mi ayuda potencial. Ayuda que termina ahora, tal y como termina esta chorrada de pareja que hemos formado. Quien os aguante que os compre, cariño.
Y diciendo esto, con la voz cada vez más ronca hacia el final, se levantó. Suave pero inexorable. Clarissa, mientras tanto, se había quedado noqueada. Aquella sinceridad inesperada de el la había descolocado bastante más que haberlos visto acaramelados antes, al punto de que ni pensaba ya en la majadería del estilete. Se quedó mirando pasmada el como se recomponía el su chaqueta de nuevo, mientras se estiraba ligeramente ¿De verdad acababan de romper? ¿Y por iniciativa de el para colmo?
A tal punto le llegaba el pasmo que no vio como el acercaba su rostro al de ella y le besaba los labios, al tiempo que limpiaba una lágrima de su mejilla con un gesto rápido de los dedos.
-Lamento mucho el engaño. -le dijo el, yéndose mientras suspiraba…
Nelly salía más tarde del Continental. De mal humor pero también con ansiedad. Nada había salido bien. Gennaro no la llamó, en recepción le dijeron que ya había entregado la llave y encima le tocó a ella abonar la cuenta de las dos habitaciones, porque las tres compañeras de clase se escaquearon de pagar.
Iba caminando cabizbaja de vuelta a casa, carcomida por sentimientos de culpa y malos presagios, cuando un taxi frenó en la calzada delante de ella. Detrás iba sentada Clarissa. Nelly se quedó paralizada por el susto y por la mirada fría y tranquila de la pasajera, la cual hizo el ademán de sacar algo del bolso. De forma irracional, Nelly recordó con alarma el estilete que le había mostrado en cierta ocasión y el carácter drástico y violento que pocos le conocían a Clarissa. Pero esta se limitó a arrojarle una bola de papel por la ventana.
-¿Qué, qué coño es esto? -desenrolló la bola y le pareció reconocer un borrador del último examen, el definitivo, el que le había ayudado a preparar Clarissa días antes.
-Eso es un horror, Nelly. Es el peor examen que preparé jamás. Verás, me enteré hace unos días de que tú también me llamabas “la halcón” a mis espaldas y me supo bastante mal, claro. Lamento comunicarte que habrás suspendido con un cero irrebatible. Deberás repetir todo el curso. Hasta siempre, nena.
Le pidió al taxista que arrancara. Que suerte que había pillado aquel taxi tan a tiempo y que guardaba, como por instinto, aquella bola de papel. Junto con el estilete, desde luego. Miró atrás durante un instante mientras se alejaban de ella, con un último gesto de aprecio ¿No resultaban adorables aquellas piernas largas y torneadas y aquella pose de princesa ofendida?
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Saludines a todos, princesas y príncipes, ja, ja, ja.