Revista Cultura y Ocio

Al centro de la tierra, de Daniel Rosenfeld

Publicado el 18 abril 2015 por María Bertoni
Cobertura de Espectadores.

Cobertura de Espectadores.

A diferencia del televisivo José de Zer, a Daniel Rosenfeld le importan menos los OVNIs que los seres humanos empecinados en avistarlos. En particular, le interesa Antonio Zuleta, sexagenario salteño que sale cámara en mano por su Cachi natal en busca de objetos voladores no identificados, y de vecinos que hayan experimentado algún encuentro cercano del tercer tipo. A medio camino entre el retrato de un “personaje de la vida real” (con perdón del lugar común periodístico) y el ejercicio de ficción, el realizador nos recuerda que la fe dista de ser un fenómeno exclusivamente confesional.

Al centro de la tierra se titula el largometraje que, a contramano de lo que más de un espectador pueda suponer, le rinde homenaje a Blaise Pascal antes que a Julio Verne. No por casualidad vemos por primera vez a Don Antonio en un consultorio médico mientras le auscultan el pecho. Antes, habíamos observado en el pasillo del hospital un afiche con la imagen de Jesucristo.

“El corazón tiene razones que la razón desconoce” escribió el autor de las célebres Pensées a fines del siglo XVII. De Zer habría convertido la frase en zócalo de esos planos introductorios, y de los pasajes en los que Zuleta reconoce los límites de la razón a la hora de explicar lo inexplicable, como los entretelones del nacimiento de su hijo o cuando supo responder el guiño de luces que una nave extraterrestre le hizo tiempo atrás.

Al centro de la tierra, de Daniel Rosenfeld
Mientras el médico ausculta, Don Antonio parece convencido de que el estetoscopio terminará detectando algo raro. Raro en tanto extraordinario, no en términos de enfermedad, sino de don especial, supranatural (en este punto vale señalar que, ¿acaso por indicación del realizador?, Zuleta insiste varias veces en la hipótesis de que no todos los terrestres pueden ver OVNIs).

Aunque sazona su película con pizquitas de humor, Rosenfeld evita ridiculizar a su personaje. Es más, el destino que le depara en la excursión julioverniana suena a reconocimiento que, probablemente, parte del público porteño no compartirá.


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