“Un corazón no se juzga por cuanto tú ames sino por lo mucho que te amen los demás”, El mago de Oz. La grandeza de la figura de Judy Garland se extiende mucho más allá del camino de baldosas amarillas. En uno de los más emotivos momentos de la película un par de fanes gays ejercen de anfitriones de la ya crepuscular estrella que ansía sentir el cariño que le profesan sus admiradores. Junto a ellos, su vulnerabilidad se torna protección, se siente útil devolviendo ese amor con consuelo y ternura casi maternal. Aunque las más de las veces su carácter depresivo no le deja aceptar cuánto bien y cuánta alegría ha repartido entre sus incondicionales y todo lo que ellos y ellas le devuelven a cambio. La vida de Frances Ethel Gumm podría haber sido la de una niña feliz, criada lejos de los focos, creando una familia en un pequeño pueblo de Minnesota, pero el despotismo del magnate de la Metro, Louis B. Mayer, robó su infancia para convertirla en un infeliz juguete roto para el resto de sus días.
El filme cabalga en paralelo entre su crepúsculo como cantante, sobreviviendo en Londres con un trabajo alimenticio que le permita volver a ver a sus hijos, confrontado con el origen de la decrepitud y el alcoholismo que le han llevado hasta allí. Viajamos al pasado continuamente en busca de los albores de la carrera de esta leyenda del musical para comprobar, con espanto, de dónde proviene su adicción a todo tipo de pastillas.
Los dos primeros tercios de guion nos muestran la clásica estructura de filme autobiográfico que alterna presente y pasado de manera académica. Correcto, sin alharacas, aunque susceptible de ser aligerado considerablemente. Este síntoma de ligera endeblez y falta de fuste en lo que a lo narrativo y lo técnico se refiere, lastra el regusto positivo de nuestra apreciación global del largometraje debido a su briosa conclusión.
La emoción, la congoja y el impacto que deja en la platea la cruda y cruel existencia de esta mujer de 47 años, a la que el amor siempre dio la espalda y que busca su particular redención por creerse culpable de algo que nunca dependió de ella, nos desgarra en los momentos finales hasta arrancarnos lágrimas de rabia seguidas de un profundo dolor en el alma.
La responsable, amén del despertar de un libreto aletargado, una Renée Zellweger que desaparece en el personaje hasta hacerlo suyo para subyugarnos con una interpretación digna del Óscar que va a recibir. En la estela de notables alcohólicas del séptimo arte como la ex niña prodigio encarnada por Bette Davis en Qué fue de Baby Jane o la Elizabeth Taylor de Quién teme a Virgina Woolf, la texana demuestra que nunca debió alejarse del mundo del cine, que regresa por la puerta grande dando vida a un mito cuyo funeral envuelto en el arcoíris de la tierra de Oz quedó marcado para siempre en el calendario de todos los meses de junio desde aquel fatídico de 1969.
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Copyright imágenes © BBC Films, Calamity Films, Confit Productions, Pathe UK, Twentieth Century Fox . Cortesía de Vértice 360. Reservados todos los derechos.
Judy
Dirección: Rupert Goold
Guion: Tom Edge, basada en la obra teatral “End of the rainbow” de Peter Quilter
Intérpretes: Renée Zellweger, Finn Wittrock, Rufus Sewell
Música: Gabriel Yared
Fotografía: Ole Bratt Birkeland
Montaje: Melanie Oliver
Duración: 118 min.
Reino Unido, 2019