Revista Cine

Al final del túnel: los vecinos del sótano

Publicado el 22 agosto 2016 por Juancarrasco @JuanCdlH

Viene el cine argentino, casi siempre interesante, a nuestras carteleras de la mano del realizador y guionista (desempeñando por igual en esta ocasión ambas facetas) Rodrigo Grande. Se trata de un thriller que se gana al espectador por su capacidad de mantenerle con los ojos pegados a la pantalla; si no por el desenlace de aquello que se nos plantea, que bien puede adivinarse, el interés se sostiene con el cómo ocurre todo, eso sí, bastante sorprendente y no exento de los giros inesperados que demanda la aventura del personaje principal interpretado con personalidad y rigor, grata sorpresa también, por Leonardo Sbaraglia.

Al final del túnel: los vecinos del sótano
El protagonista es un tipo postrado física y emocionalmente en una silla de ruedas y anclado en el pasado compartido con una familia que ya no está; su vida es más bien sobrevivir con su anciano perro otro día más flotando en un mar de angustia. Un día llama a su puerta una chica con su silenciosa hijita respondiendo un anuncio del primero, que acuciado por las deudas pretende alquilar una habitación de su casa. La convivencia llevará a más de un hallazgo y en medio de todo aparecen en el sótano, al otro lado de la pared, unos ruidos de personas realizando algún tipo de trabajo misterioso. Con estas premisas propuestas por un guión interesante y atractivo aunque distante de ser redondo se nos sirve una película de estética y ambiente tan oscuros como el interior de sus personajes que pretende alcanzar finalmente esa pequeña luz que como recuerda el título de la cinta dicen que se encuentra al final de cada túnel.

Igualmente jugando con lo de las luces y sombras podemos situar a la tarea del reparto en esta misma línea, con un buen Sbaraglia al frente y un Pablo Echarri bastante convincente en el papel de malo. Algo más desapercibida pasa Clara Lago, apuntándose a la moda de actrices españolas poniendo acento argentino que por correcto que les salga, "shó nunca acabé ver del todo". Contrasta el peso bien llevado por los cabezas de cartel con el desastroso casting de secundarios, saltando las costuras por ese remiendo para dejar al aire la sempiterna carencia de presupuesto. Finalmente, mencionar desde el lado más emocional de un servidor que la aparición especial del grandísimo Federico Luppi, amigo y antiguo colaborador del director, deja al seguidor de la carrera excelsa de este actorazo con el sinsabor de verle en un papel tan discreto y en tan avanzada edad que casi cuesta reconocerle, y a ratos entenderle con algún que otro problema con su dentadura. Cómo pasa el tiempo y qué poco perdona a nadie, por muy eterno que sea en sus películas (suspiro melancólico y sincero absolutamente exento de ironía o dobles sentidos).

Con todo, el resultado de la propuesta de este director adicto al plano contrapicado, recurso de gran belleza del que no se debe abusar precisamente por esa excepcionalidad, tirón de orejas, a pesar de sus evidentes fallos merecerá nuestra atención porque aporta dos horas de acción, intriga y muy argentina lección de buscarse cual gato la vida para salir adelante cuando lo tienes todo perdido. Como dijeron alguna vez de Lola Flores, no baila, no canta, no se la pierdan.

Dirección: Rodrigo Grande. País: Argentina. Género: Thriller. Duración: 120 min. Intérpretes: Leonardo Sbaraglia, Clara Lago, Pablo Echarri, Federico Luppi, Javier Godino, Walter Donado, Uma Salduende, Daniel Morales Comini, Laura Faienza, Sergio Ferreiro, Facundo Nahuel Giménez, Ariel Nuñez Di Croce, Cristóbal Pinto. Guión: Rodrigo Grande. Fotografía: Félix Monti. Música: Lucio Godoy, Federico Jusid.


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