Se queja el demagogo portavoz del PP, González Pons, de que a los actos conmemorativos que organizó el ministerio de defensa a cuenta de la celebración de los 10 años del fin del servicio militar obligatorio que organizó la ministra Chacón (Psoe), no fue invitado Trillo.
Bueno. Me consta que ni al MOC (Movimiento de Objeción de Conciencia) ni a mi tampoco nos invitaron y mira que me considero tan protagonista de aquél evento como el inefable viva honduras. Y no tanto porque las medallitas del decreto se las quieran apuntar ahora unos y otros, en un ejercicio de cinismo propio de la caradura que se gastan los dos partidos, sino porque yo, junto con miles de ciudadanos que nos declaramos insumisos en aquellos inciertos días, obligamos a acabar con el servicio militar obligatorio, algo que al parecer se le ha olvidado en su amnesia selectiva a la triste ministra.
Y he querido recalcar el partido de la señora ministra, porque fuimos unos cuantos los que en aquellos tiempos, sufrimos como ese partido legislaba para privarnos de libertad por defender el derecho a la objeción de conciencia, por ejercer un derecho reconocido en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Algunos, cierto, sólo fuimos a un calabozo un ratito. Otros más, mucho más.. Pero quiero recordar que se legisló para reprimir de forma muy dura, con penas de cárcel de dos años, cuatro meses y un día, a los que nos oponíamos a realizar la prestación social sustitutoria, cuando por negarte a realizar el servicio militar era de un año y que hasta el siempre incalificable por aquél entonces ministro de justicia (modo sarcasmo) Sr. Mújica, perdía la vergüenza (todavía no la ha encontrado, conste) y nos acusaba de «utilizar la objeción de conciencia para desestabilizar el Estado democrático y estar apoyados por los radicales y violentos» y les advierte de que «todo el peso de la ley» caería sobre ellos.
Así que ya ven. Mi celebración ahora es otra. Tampoco hubiera ido a los canapés de ayer porque, al parecer, se trataba de que algunos contaran historias de la puta mili, y mi historia es tan corta como lo que duró mi cartilla militar en arder en una hoguera colectiva.
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