Hace un par de veranos, una de nosotras bajó a la playa con su hija. La sombrilla es indispensable para las dos, rubias y muy claras de piel, así que lo primero que hicimos al llegar fue intentar colocarla. Rodilla en tierra, comenzamos a girar el palo en la arena, con la intención de enterrarlo, sin embargo, por mas vueltas que dábamos, aquello no se hincaba ni a la de tres. La una de nosotras que estaba en aquella tarea mientras le comentaba a su hija que aquello era imposible de clavar, comenzó a escuchar una voz de fondo que decía: "al revés", " al revés". Pero ella continuaba ahí, inmune al desaliento, dale que te pego al palitroque mientras juraba maldiciones, hasta que en un momento dado, ese "al revés" que continuaba sonando de música de fondo, se fusionó con la realidad del momento, haciéndole comprender que iba dirigido para ella. Al girarse de inmediato, se encontró con un señor comodamente instalado en su butaca que, disimulando la risa, le indicó que girara el palito al revés... "¡Es que soy zurda!", respondió azorada y abochoranada una de nosotras, con ganas de enterrar la cabeza en la arena, mientras su hija le susurraba, ¡mamá, yo no te conozco! Pues si, para una persona zurda las cosas se giran en la dirección incorrecta, ya sea una sombrilla o un tornillo, y estas anécdotas forman parte de la vida real, por muy asombroso que parezca.
Y al descubrir esta tendencia decorativa que tanto nos llamó la atención, los libros colocados al revés, no pudimos por menos que relacionarlo con esta anécdota...
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¿Qué os ha parecido? A nosotras, como pequeño detalle decorativo nos gusta mucho, ¡pero lo de una librería entera...!