Cobertura especial de Espectadores.
Uno o varios protagonistas policías. En principio, éste es el único elemento que Wrong cops y Big bad wolves tienen en común, y que inspiró el título del presente post. Sin embargo, además de competir en la sección ‘Vanguardia y género’ del 16º BAFICI, la película del francés Quentin Dupieux (el mismo que dirigió la desopilante Rubber) y la de los israelíes Aharon Keshales y Navot Papushado también coinciden -desde perspectivas y con estilos muy diferentes- en espantar al público con un retrato (caricatura en el primer caso) nada tranquilizador(a) del denominado “brazo armado de la Ley”.
Wrong cops de Quentin Dupieux
Además de subnormales incompetentes, los oficiales Duke, Rough, Sunshine, Holmes, De Luca constituyen una caricatura de la corrupción castrense, que al parecer no es privativa de nuestra Argentina. Venta de drogas, gatillo fácil, abuso de autoridad con fines sexuales, chantaje son algunos de los delitos que cometen estos agentes. Sin dudas, el humor irreverente de Dupieux no habría tenido cabida en ninguna de las Locademias.
La subversión es tan explícita que convoca a un Marilyn Manson dispuesto a abandonar su look gótico para encarnar al inofensivo David Dolores Frank, víctima de secuestro y tormento psicológico por parte de Duke. A su vez, el actor Eric Roberts participa de una pequeña escena que alude al consumo de drogas en Hollywood, otra institución al servicio del control social y de cuestionable autoridad moral.
Como la mencionada Rubber, Wrong cops también imita cierto tipo de cine clase B, en principio concebido para entretener y por lo tanto atento a pocas de las exigencias narrativas, estéticas, actorales que en teoría caracterizan a las películas presentables. Con esta advertencia en mente, es posible dejarse llevar por el juego de Dupieux. De lo contrario, más de un espectador lo considerará un ejercicio de chabacanería muy parecido a Locademia de policía.
Big bad wolves de Aharon Keshales y Navot Papushado
El uniformado Micki y el civil Gidi se disputan la tarea de secuestrar y torturar al degenerado para que confiese. El ciudadano se revela todavía más sádico que el agente estatal.
Algunos espectadores encontramos que Keshales y Papushado no saben/osan/quieren definir su posición sobre el tema. Por un lado apelan al humor negro para señalar la perversión anidada en los vengadores del mal, y sacan de la galera a un árabe errante cuyas intervención inofensiva, incluso solidaria, contrasta con la conducta violenta/psicópata de los protagonistas israelíes. En cambio, por otro lado, da la sensación de que los directores hubieran puesto en boca de Gidi la opinión ¿generalizada? sobre el mal desempeño de la policía de su país, con lo cual parecen justificar el fenómeno de la justicia/venganza ciudadana. Por si cupiera alguna duda, hacia el final del film los directores sugieren la posibilidad de que los verdugos de Dror no estén ni tan locos ni tan errados.