Por delante diré que de música Jazz no sé absolutamente nada, y sin embargo voy a hablar de Jazz, porque en esta edición del Festival Eñe hemos podido ver y escuchar a un grupo revelación, y una alegría inesperada para muchos de los asistentes que allí estábamos. ¿Quién demonios son Alberto Palacios?
Un nombre artístico horrible, todo hay que decirlo, para un grupo tan cálido y sugerente. Que pelearon con mucha alma en el escenario a varias horas del viernes y el sábado pasado, con tres integrantes, al piano, contrabajo y guitarra más voz y combinando pizcas de blues, folk, pop, soul y jazz. Ritmos y melodías que evolucionaban en monstruosas conclusiones que sonaban a verdad. Sí, sí a todo.
Tocaron temas en los que primaban a veces más un género que el resto, pero manteniendo una unidad, una continuidad para que el cuerpo del directo respirase, y nos transmitiese el mensaje que ellos querían dar. Hablaban de amor, dolor y arte.
Mientras algunos asistentes del festival se sentaban en el espacio de música, descargando las bolsas llenas de libros firmados otros iban rápidamente a por un café haciendo tiempo, otros se reunían en grupos con sus copas teñidas e intercambiaban pareceres y los más acabábamos enfocando las antenas a ese trío acústico que sin pretenderlo traducía los sones de todas las salas del Festival al código musical.
Y a pesar de todo esto, en Internet apenas hay ninguna información sobre ellos. Apenas han tocado en algún sitio, o tal vez puede que sí, pero difícilmente podría saberse. ¿Quiere decir esto que el grupo no existe? Voy a decir que ciertamente es así. Sus motivos tendrán, pero yo no puedo estar más intrigada.