Revista España
La isla almeriense, a mitad de camino entre la costa andaluza y Melilla, fue refugio de piratas y escenario de batallas legendarias.
Un corsario de origen tunecino llamado Al-Borany alcanzó con sus barcos y su tripulación la isla en mitad del mar Mediterráneo.
Al-Borany sembró el terror entre los barcos cristianos que surcaban las amenazadas aguas que separaban la península ibérica de las costas rifeñas. Desde esta solitaria isla atacó el litoral almeriense y escondió su botín de guerra en las cuevas abiertas entre sus acantilados, en las covachas de las Lapas, el Pagel o el Lobo Marino, azotadas aún hoy por las olas y los vientos.
Alborán es una isla que forma parte de Almería, según una disposición firmada el 9 de mayo de 1884 por el rey Alfonso XII. En la capital, la isla forma parte del barrio de Pescadería, que se extiende a los pies de la Chanca y la Alcazaba.
Alborán es un sitio extraño, una isla singular con forma de triángulo isósceles, de poco más de siete hectáreas, batida por las olas y apaleada por los vientos que suben desde el continente africano.
Cuentan las leyendas que en ella enloquecieron fareros que como huraños anacoretas no tenían otra misión que encender a la caída de la tarde las luces de la torre para avisar a los barcos de su posición.