En este post vamos a seguir profundizando en el conocimiento del alcohol y todo lo que se dice sobre esta droga y que es positivo que pongamos en duda, ya que no todos los mitos son realidad.
Vamos a ir enumerando algunos de los mitos más difundidos sobre el alcohol para poder ponerlos en cuestión.
El mito que quizá pueda ser el más extendido lo hemos comentado de manera superficial anteriormente. El alcohol produce desinhibición y esto hace que podamos mejorar nuestras relaciones sociales. El alcohol, como ya hemos mencionado previamente, es un depresor de nuestro sistema nervioso y por lo tanto deprime el funcionamiento de nuestro cerebro y hace que puedan salir nuestros instintos más primarios. Como podemos imaginar, esto nos hace sentir más integrados y validados en grupos sociales solo de forma idea, cuando sacamos el alcohol de esta ecuación seguimos sin saber relacionarlos bien si era el caso que nos ocupaba, por lo tanto no hemos hecho ningún avance significativo en nuestro entorno social. De hecho, el alcohol puede llegar a aumentar la agresividad en algunas personas y dependiendo del grado de consumo, incompatible por lo tanto con una mejor gestión de nuestras relaciones sociales.
Otra de las ideas que tenemos en torno al alcohol es que los únicos consumos que nos son perjudiciales realmente son los diarios, es decir, las personas que se embriagan cada día. Llegamos a creer que beber alcohol solo los fines de semana no produce daños en el organismo. La realidad es que el daño que provoca en nuestro organismo depende de “patrón de consumo”, es decir, de la cantidad y la intensidad (la misma cantidad concentrada en menor tiempo resulta más dañina). Otro de los riesgos que entraña este tipo de patrón de consumo es que lo convertimos en hábito en nuestra rutina, hasta el punto de que puede llegarnos a costar disfrutar de determinadas situaciones si no consumimos alcohol en las mismas. No es poco común escuchar a personas jóvenes decir que si no van a beber no tiene sentido salir o que serán incapaces de pasarlo igual de bien. Este tipo de mensajes debería alertarnos sobre la persona que los emite ya que puede ser el comienzo de un problema más grave y a día de hoy los tenemos muy normalizados en nuestros grupos sociales o en grupos incluso de adolescentes.
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