Las Fiestas de Moros y Cristianos de estos días en Alcoy, Alicante, de creciente fama internacional por su cadencia, espectacularidad y vestimentas, incorporaron este año por primera vez un centenar supuestas de mujeres con niqab, la prenda negra musulmana que sólo deja ver sus ojos.
Supuestas mujeres, porque bajo esas vestimentas se desconoce el verdadero sexo de quien las porta, que arrastraban un carro sobre el que se exhibía el alférez de los benimerín, sanguinaria tribu salafista que invadió Al-Andalus en 1244 para castigar el poco fanatismo de sus habitantes.
En 2012 varios portavoces islamistas protestaron porque estas fiestas conmemoran lo que para ellos es una humillación, la toma de la ciudad por los cristianos en 1276, y porque las provocativas túnicas de las disfrazadas de moras insultan al creyente.
Quizás interpreten peor la sorprendente aparición de los niqab, asociados al wahabismo, el islam más radical del que salen numerosos terroristas, y que persigue a las versiones menos fundamentalistas de su religión, especialmente al sufismo.
El burka, que oculta los ojos con cortinillas, y el niqab comienzan a prohibirse en lugares públicos de Europa, como en Francia, y ha comenzado a discutirse si seguir tolerándolos en EE.UU. tras los atentados de los hermanos Tsarnaev en Boston.
Terroristas y delincuentes bajo esas prendas han perpetrado ataques en distintas zonas de Rusia y el Reino Unido, y atracos y asaltos en varias ciudades estadounidenses.
La discusión entre los bostonianos parte ahora de la hipótesis de que los Tsarnaev y similares podrían vestir niqab o burka para ocultar bombas mayores, y que podrían haber huido sin dejar rastro porque nadie habría visto sus rostros.
En 2014 lo mejor será alejarse de los niqab de Alcoy: por activa o pasiva podrían resultar peligrosos.
SALAS ya era un profeta hace algunos años.
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