Aldana (alta, atractiva, audaz aunque apenas atontada) aborrecía arrugarse, aborrecía alquilarse. Acostumbraba agacharse ante atónitos aspirantes a amantes: apagaba analmente ávidos apetitos. Aterrada, aprontando aberturas a apasionados anónimos, apagada, algo absolutamente acuchillado. Abominaba arrodillarse, asistir acabadas abundantes arrojadas al aire. Anhelaba ausentarse, alejarse. Aunque ansiaba aumentar adquisiciones amando a acaudalados: anestesistas, agrimensores, arqueros, arquitectos, algunos actores; asquerosas angustias aparecían ante Aldana.
Aldana, agobiada, acaparaba ahorros, aguardaba al amor, ansiaba abandonarse a alguien, abrazarlo. Amarlo.
Texto: Verónica Andrea Ruscio