Revista Opinión

Alehop

Publicado el 12 diciembre 2011 por Carmentxu

AlehopQue el mundo empiece sin mí. Es lo primero que he pensado al oír la radio despertador y escuchar las ráfagas de noticias que disparaba tan pequeño artefacto. Si me hubieran dado la posibilidad de apretar un botón y que todo explote, lo habría hecho. Lo haría cada mañana. El primer café me devuelve la cordura y el segundo me da el impulso necesario para subir al tiovivo y empezar a dar vueltas. Pero hasta ese primer sorbo, no dudaría en apretar cualquier botón que parara el mundo. A veces no consigo darme el impulso suficiente y, como hoy, dejo que el mundo empiece sin mí. He decidido levantarme porque no quería ser como una isla ni quedarme sola en medio del océano que, con el cambio climático, no tardará en inundarlo todo. Quería ver de cerca ese continente que alberga una mezcla explosiva en su interior, agitada pero no revuelta como el martini con vodka que se gastaba el británico James Bond, y sin oliva. La vida sigue, no para por nada ni por nadie. Los libros de historia hablarán de la vorágine de esta sociedad hambrienta de nuevas experiencias y retos, todo para sentirse viva, pero incapaz de afrontarlos con responsabilidad ni de comprometerse, de esta sociedad acomodada que se mueve a golpe de premio material e inmediato, como un animal domesticado. La cumbre del clima de Durban ha sido el ejemplo perfecto. Mientras el planeta se va por el desagüe, a Europa sólo le preocupan sus bancos y en Bruselas se ha engrasado el engranaje para que la máquina siga dando vueltas, ya en tiempo de descuento. Pero ha sido sin mí, sin nosotros. Hoy lunes, cuando quedan dos semanas para una Navidad que “caerá fatal”, parece que el mundo entero haya empezado a andar sin tener en cuenta a nadie. Pero recuerdo las palabras del diseñador Alberto Corazón (“ser progresista y de izquierdas es muy importante porque son cosas que volverán a la clandestinidad”) y de pronto me siento un poco importante. Y con el segundo café ya en sus puestos, me levanto y me aúpo al tiovivo para llegar al puesto de mando, que no para de dar vueltas absurdas sobre su eje, y parar máquinas. Silencio, necesito silencio para coger carrerilla y no darme de bruces contra una de las carrozas de cartón-piedra que giran locas. Alehop!


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